martes, 7 de septiembre de 2010

ah...yo no sé

No te voy a decir
que no me gustaría...
Sería lindo
tal vez
antes de irse...
Constante pensamiento
que nunca se concreta...
y nosotros pasamos en el tiempo
y el tiempo...vuela.
Quizá estas cosas
debieran ser recíprocas
para darse por fin
sin tanta espera.
No te voy a decir
que no me gustaría
pero si no fue hasta hoy
no creo que suceda.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Confesión y consejo.

No soy egoísta. A todo el mundo le aconsejo que busque puchuchulis. Por donde sea y todo el tiempo del que se disponga para encontrar. No se van a arrepentir. O no sé, bah, por ahí...si. ¿Dependerá de cómo uno es o del puchuchuli que uno encuentre?
Los puchuchulis son sorpresivos, aparecen cuando uno menos los espera, saltan desde cualquier lugar a nuestro destino.
Los puchuchulis se gestan a sí mismos y andan en las sombras, quizás en las cunetas o en los sótanos. Siempre en las orillas de las orillas, me imagino, pero atentos a lo que ocurre acá,
porque sólo acá pueden contactarse. Claro, usted se preguntará si los puchuchulis son como las cucarachas, como las arañas, como las mariquitas... No. No. Ni tampoco como los tréboles de cuatro hojas. No. Los puchuchulis no tienen nada que ver con los insectos o los milagros o los golpes de la fortuna. La suerte sigue corriendo por nuestra cuenta, con o sin puchuchuli. Pero lo bueno de los puchuchulis es que a pesar del placer por las sombras, no le hacen asco al sol, ni al aire ni a la risa. Y es precisamente en la risa donde desarrollan su principal virtud anómala.
Los puchuchulis te dejan ser, te dejan casarte, tener hijos, dar vueltas a la noria, hablar de sexo, de injusticias y quebrantos. No hay problema con ellos. No son celosos ni juzgan. Asienten. Comprenden. Se hacen parte de uno, pero podés dejarlos en su rincón cuando te cansan con sus salamerías o querés irte a una caminata solitaria.
Eso si, hay que alimentarlos: les gusta mirar, que los miren a los ojos, que los despeinen. Yo creo que así renuevan sus energías. ¡Ay, si se pudiera, los puchuchulis vivirían como una mochila sin peso, como los perezosos, abrazados al tronco de las personas! Pero ellos saben que eso no puede ser, que cada uno tiene sus obligaciones. Por eso, muchas veces, con mi puchuchuli nos llamamos por teléfono y ya está: le cuento, me cuenta y ...santas pascuas, hasta que junto ganas de verlo y se hace presente y puchuchuliamos la ternura puchuchula.
Cuando lo encontré, en una vereda cualquiera, le dije a mi marido: Uy... mirá... me parece que es un puchuchuli. Y mi marido me dijo: Levantalo, boluda, mirá cómo te mira. Y yo lo levanté y le dije:¡Ay, puchuchuli, no te puedo creer que seas tan puchuchuli...! Y el puchuchuli se despeinó con mis manos y me dijo: Yo no soy un puchuchuli che, vení, volá, sentí. Porque claro, los puchuchuli son los primeros en ignorar lo que son. No se dan por aludidos. Son puchuchulis.
Pero el caso es que, desde ese día, me divierto más me parece. Y aunque me preocupa todo lo que pulula en estos tiempos sobre la estética , el bienestar , los años que pasan, los hijos de puta y la crueldad de los hijos, me río hasta de mi misma con mi puchuchuli personal, que es mucho más piola que un celular. ¿Eh? Si, claro, me deprimo como de costumbre, pero tengo quien me escucha, quien me mira a los ojos, quien frena mis ímpetus salvajes.
Mi marido llegó a pensar que ahora voy a dejar la terapia. No. Ni se me ocurre. Al contrario. A menudo hablo en ella de mi puchuchuli para aprender cómo cuidarlo, porque todos los seres corremos peligro y para los puchuchulis como para mi, no hay nada peor que la agresión y el olvido. Parece que, en esos casos, ellos se caen para atrás, de espaldas, y empiezan a patalear como las vaquitas de San Antonio pero más indefensos, sin caparazón. Y patalean y patalean hasta convertirse en hombres comunes y corrientes y quién sabe cuándo vuelven a ser puchuchulis...y dios me libre y me guarde.
Mi puchuchuli no es virgen. Creo que vírgenes no existen. Cuanto más han vivido, mejor son.
Pero no quiero alardear con todo ésto. No es cuestión de decir: yo tengo mi puchuchuli y los demás que se jodan con sus banalidades. Y tampoco es cuestión de decir: ya está. ¿quién me toca el culoentierra ahora que tengo mi puchuchuli? No. No. Las cosas como son. No hay que tirar manteca al techo. Tener puchuchuli tiene sus problemas también.
Por ejemplo, para hacerme enojar mi marido me dice: Andá... si tu puchuchuli es un boludo bárbaro, tiene dos o tres temas y no lo sacás de ahí; no le interesa el país, la economía, la política... Se hace el universal el boludo, se hace.
Tenés razón, le digo yo, pero me mira.
¡Ay, si, dice mi marido, te mira! ¡te mira! ¡Yo también te miro! Y a veces no necesito ni mirarte. Y yo te aguanto y te mantengo, qué te creés....
Sos vulgar y prosaico, le digo yo, y entonces él me amenaza con que me va a pisar el puchuchuli. Te lo voy a hacer mierda, te lo voy a hacer..., me dice.
Pero estoy segura de que no se va a animar, porque fue él quien me dijo que lo levantase de la vereda y porque... aunque jamás lo va a aceptar, él se parece bastante a mi puchuchuli. Hasta sospecho que alguna vez se quedó patas para arriba pataleando, pataleando, hasta convertirse en el que hoy es.
Y bueno che, le digo para terminar la discusión, un puchuchuli de vez en cuando no le hace mal a nadie.
Y digo bien porque... nada màs andrógino que un puchuchuli. Es como tener un humster que habla, un lorito pintoresco, una mascota para mostrar. Pero más. Pero mejor. Porque el alma de los puchuchuli se mezcla con la nuestra y ahí nos vamos al carajo.
Por eso, si usted va a buscar, y encuentra y quiere tener puchuchuli para rato, le aconsejo que no se descuide: los puchuchulis no están libres de los vaivenes de la vida y tienen pasado. Vírgenes me parece que no hay. Generalmente han sido muchas veces puchuchulis de alguien y hay que tomarlos como son, como están, ni más ni menos, y guiarlos, en lo posible, como a chicos. Porque... como constante pensadora que soy, intuyo que los puchuchulis mueren aplastados por un triste recuerdo en el momento menos pensado. Y eso me aterra.

viernes, 30 de julio de 2010

sensualidad instantánea

Nadie puede acusarme.
Yo soy tan buen actor
que ni te das cuenta que te hago el amor.
Y te toco las partes con los ojos
- las partes, si, las partes-
las partes por todas partes,
porque te parto y te reparto en partes
y me mando la parte
de que estoy aparte con tus partes.
Y está lleno de gente
pero te miro a vos
porque estoy caliente.
Te sigo adonde vas,
te chupo el movimiento
sin aliento,
subo a tu altura, me desbarranco
en muscular desbande
por tus muslos con mi hambre.
Pero estoy en mi asiento,
¡tan contento...!
Y vos vas y volvés
y yo no sé a quién querés
porque me aíslo en tus partes
-partes duras, partes blandas-
de los tres boludos que te acompañan.
Y te muerdo los brazos
y los pies...
Dejo tu cuello para después.
Sonreís...ah... sonreís...
¡ay...
sonreís con tanta estupidez!
que te clavo los dientes hasta el hueso
porque te lo merecés.
Y te paso la lengua de mirarte
y te la paso
por todas partes
Mi mano aprieta protuberancias
con sádicas ansias.
Pero estoy quieto. Solícito.
Nadie puede acusarme
de ningún ilícito.
No existe nadie más, por otra parte.
Sólo tus partes y yo
que con garras las agarro
y te hago barro
mirá
y te hago barro.
Puf ! Yo soy tan buen actor
que ni te das cuenta que te hago el amor.

lunes, 26 de julio de 2010

dudar sin duda

Llegó el momento
de vivir despacio,
de ver el escalón,
respirar hondo,
de relentar la copa y el bocado,
de sorprenderse con una carcajada
que apenas es sonrisa en nuestra boca.
Llegó el momento
de dejar que pasen,
de dejar que griten
lo más fuerte posible,
que se apuren mucho,
que se traguen todo,
que se enreden en brazos imposibles
y se queden solos.
Llegó el momento
de hacerse el distraído
si es que no vimos bien
o no pudimos...
¿a qué negarlo ya? ¿para qué cosa?
ya está, ya fue, como se dice ahora,
digo, no sé, no creo, me parece...

lunes, 17 de mayo de 2010

oficina

Me cuelga desde el cuello una corbata
impersonal, azul, con un mal nudo,
y una camisa humeante de tabaco
- si no es del corazón todo este humo-.

El cinto me estrangula la cintura;
sobre zapatos negros, desclavados,
y medias de nostálgicas fisuras,
me cae el pantalón, laxo y cansado.

Yo mismo voy caído sobre el piso,
de pie, lo más naturalmente que es posible,
mientras los otros arman el bullicio
y el temor: los dos imprescindibles
en esta desazón y este desquicio...

Me llaman, me palmean, me saludan.
Huelo a carbónico, a rata y a rutina.
Seguramente, apesto de tristeza...
Cuando andaba a los saltos hasta el cielo,
borracho el corazón por la alegría,
con la garganta libre y sin zapatos,
ninguno me quería.

Insisto en comprender por qué me quieren
desesperado,
aquí,
en la oficina.

etapa

sobrellevo la esperanza...
a veces alguno acecha
o pregunta
o palidece
o comprende por fin
que ya he llegado
mal que me pese
y le pese
que apenas
sobrellevo la esperanza...
mientras acechan,
preguntan,
palidecen...

canción de cuna

arrorró mi olvido
no te despertés,
dormí mansamente
por mi propio bien.

arrorró mi olvido,
acurruco acá
toda tu miseria
y tu soledad.

arrorró mi olvido
quiero ser feliz,
me resulta fácil
cuando vos dormís.

y creo en el hombre
y pago por mes
y mientras me asombre
no me quejaré.

arrorró mi olvido
me podrías matar
si te despertaras
porque sí nomás.

arrorró mi olvido,
te prefiero ausente
así no recuerdo
lo que hace la gente.

te tapo con ganas,
no te despertés,
dormí para siempre
hasta que yo esté.

Si no estás dormido
no puedo dormir,
no puedo olvidarte,
no puedo vivir.

lunes, 10 de mayo de 2010

JUAN 4 Mi relativa paz les dejo....

En el jardín de Juan se enseñoreaba una gran planta de diosma. Al salir, él siempre le cortaba ramitas que iba desparramando en las casas de sus amigos. Esas ramitas que duraban muchos días en mi mesa, evocaban su presencia. Muchas veces intenté plantarlas, pero nunca hubo suerte. Amarilleaban enseguida y se secaban.
- No vas a poder- me decía- . Hay que plantarla y encerrarla en un frasco de vidrio y tratar de que siempre le de el sol. En esta casa no hay sol.
Años más tarde logrè, por fin, comprar una planta con buena raíz, en un vivero. Es un arbusto de porte redondeado y crecimiento ràpido, que puede alcanzar hasta medio metro de altura. El follaje, algo plumoso, se compone de pequeñas hojas aromáticas de color verde oscuro, finas y terminadas en punta. Las abundantes flores son pequeñas también, tienen forma de estrella y pueden ser de color blanco o algo rosadas. Florecen desde mediados de invierno hasta casi finales de primavera y son capaces de volver a florecer en otras épocas del año.  El poco sol que hay en casa....parece que les basta.
Muerto ya Juan, unas cuantas semanas despuès, cuando su casa ya estaba en venta, me detuve en la vereda de enfrente para mirar aquella fachada que hoy ha cambiado. Ese día me sorprendí porque, en el jardín siempre desierto, tres vecinas deambulaban alrededor de la diosma como en peregrinación, con un respeto casi religioso, y silenciosas y rituales, cortaban leves ramitos para llevarse. Eran amas de casa, vestidas sencillamente, italianas, seguro. Sentí que pensaban en Juan. "Ay, me dije, si él las viera..."
Si. Se estaban despidiendo de la diosma. Lo primero que hicieron los nuevos propietarios de la casa, fue arrancarla de cuajo. El simulacro del balcón de hierro, las rejas de la entrada y la frase al pie de la virgen ("prega per noi") resisten al tiempo. Suele verse una luz difusa por la ventana. Yo creo que la casa los ha impregnado con el espíritu de los antiguos moradores.
Pero es imperdonable que no hayan respetado la diosma. En sus visitas,  Juan nos regalaba una ramita como si fuera de oro y nos decía: mi relativa paz les dejo.... y me alejo.

JUAN 3 Qué linda su mamá, Juancito.

Existe una película argentina que se llama "El infierno tan temido", cuyo guión se basó en un cuento de Juan Carlos Onetti. En ella, Graciela Borges compone a una actriz vocacional y Alberto De Mendoza interpreta a un periodista deportivo. Cuando se inicia el romance, la mujer invita al hombre a su departamento y él, mirando la decoración del ambiente, descubre el retrato de un hombre que lo impacta.
- ¿ Su papá? -le pregunta.
- No - responde ella con una sonrisa- Camus.

En la galería, a un costado de la puerta de entrada de su casa, Juan había instalado un gran retrato de Greta Garbo. Como siempre hablaba de doña Raquel cual si hubiese sido una diosa del Olimpo, las mujeres que iban a limpiar los cuartos creían que la foto de Greta Garbo era el retrato de doña Raquel.
- ¡Qué linda su mamá, Juancito!- le decían, con una mezcla de emoción y fantasía.
Juan no les aclaraba la cosa y disfrutaba a sus anchas de la ignorancia de las mujeres. Sus carcajadas aún retumban en mis oídos.

JUAN (2) ¡Ah..no vuelvo más a provincias...!

Allá por sus años floridos, fiel a la frase de Vinicius: "La vida, amigos, es el arte del encuentro" y a la de su propia madre: "Comanda ti de ti", Juan era ferviente admirador de las actrices de la época. Sobre todo de Mecha Ortiz, que atravesó un largo rato de gloria en el cine argentino y, alguna vez, en el fulgor de esa estela, recaló en el desaparecido Cine Avenida de Tandil. La actriz vino a representar una obra de la que sólo sé que su personaje se llamaba "Ängeles" porque Juan solía repetirme una escena en la que ella, furiosa con su amante que la requería llamándola (¡Angeles!¡Angeles!), decía grandilocuentemente: "¡No me angelees más...!".

Esa noche teatral, llena de emociones para Juan, finalizada la función, él decidió esperar a la diva del teléfono blanco. El escaso público abandonó la sala y ... si te he visto no me acuerdo.
Era una noche tormentosa, de lluvia, viento y relàmpagos, y la calle estaba desierta a esa hora y en esos tiempos, en que Tandil era oscuro y fantasmal. No obstante, Juan continuó vibrando a solas en el hall del cine hasta que pudo ver a la diva de cerca y hablarle. En tanto, nadie podía conseguir un coche que la trasladara hasta el también desaparecido Hotel Continental, de la calle Belgrano, donde supieron alojarse Lolita Torres, Virginia Luque y alguna otra conocida figura. "Ni un miserable taxi para llevarla", me contaba Juan. Mecha Ortiz estaba molesta por tanta desprotección pero, desde las sombras y la copiosa lluvia, apareció un señor camionero que ofreció su vehículo para salvar el momento. La actriz aceptó y trepó al alto peldaño que la elevaba hasta la cabina del camión. Contaba Juan que, con un pie en el aire y el otro no, cubierta por su piloto de agua, ya montada en el armatoste que la llevaría al hotel, la mujer echó la cabeza hacia atrás y, en un gesto que demostraba toda su indignación y que acompañó con un largo suspiro inicial, dijo: "¡ Ah....no vuelvo más a provincias...!".

Ante cada dificultad cotidiana, ante cada cosa que no sale como uno esperaba, por ejemplo, hacer un churrasco y que la casa se llene de humo, enhebrar una aguja y perderla, pisar un charco que no vimos en la vereda, etc, etc, con Juan decíamos: "¡Ah... no vuelvo más a provincias...!" Y nos reíamos mucho, claro, juntos, como yo me río ahora, solo, claro...

JUAN (1)



Durante el tiempo que compartimos, me asombraba saberlo tan popular, tan consultado, tan admirado y, a veces, tan temido. Cuando se fue, casi nadie supo quién había sido. Quizá su error consistió en encontrar malos terapeutas y confundir decadencia y abandono con modernas prácticas europeas. "Dejá, dejá, que en Europa se usa", me decía, cuando yo quería limpiar el piso de su cocina, inundado de sobras de comida y cáscaras.

Sus reflexiones eran catedráticas. No admitían dudas. "A nosotros nos hicieron con demasiada masa. Nos dieron mucho. Tenemos mucho para devolver", me decía, para agregar después, en un gran gesto, "yo soy más culto que vos, pero vos sos más inteligente que yo". Nunca me detuve a pensar si aquello era un elogio o no, porque viniendo de él, nunca se sabía... Sirva como ejemplo la vez que me amenazó con un abogado en el arrebato de una discusión sin importancia en la que usé la palabra usurpador.

Pero, bueno, lo cierto es que aquí estoy, tratando de hilvanar el recuerdo. Porque lo quise mucho a veces y a veces no. Porque me duele que él, a menudo escandaloso, haya pasado tan desapercibido hacia la niebla. ¿Será que muchos se apuraron a olvidarlo por temor a que se los relacionara? Todo puede ser en este pueblo afecto al ocultamiento y la mentira y en esta época en que la gente es desechable como las botellas plásticas o los cartuchos de tinta usados.


Juan la contó muchas veces, en su casa y en otras casas, pero creo que no quedó escrita, y era su amada historia.


Raquel cortaba edelweiss de las laderas de las montañas y, la noche de su boda, anduvo de aldea en aldea bailando con los vecinos para celebrar su felicidad.
Se casó con José y con él viajó para América. Establecidos en Cerro Leones, junto a las vías que cruzaban el poblado, José trabajó en las canteras y Raquel dio a luz el primer hijo. Pero el primer hijo murió y, luego de enterrarlo, decidieron regresar a Italia con toda la tristeza. José talló una figura en piedra para la tumba del niño que, más de medio siglo más tarde, encontramos en los pies de un banco del jardín del Parque Independencia de Tandil.

Otra vez en Italia, nacieron tres niñas que José no pudo disfrutar porque estalló la guerra. Mientras estuvo en el frente, con la casa tomada por los soldados enemigos, el hambre y las enfermedades, murieron las dos hijas mayores. Y cuando por fin José volvió, en brazos de Raquel, murió la tercera, la màs pequeña. En unos pocos años, habían perdido cuatro hijos y mucha esperanza. Casi toda.

Menguando los ataques, la vida continuó. Les nació Georgeo y luego Santino. Había que huir del desastre y salvar a esos chicos. Recordaron la paz de Cerro Leones y volvieron a embarcarse para Argentina. Los dos hijos nuevos, creciendo sanos, ayudaron a olvidar las pérdidas queridas. Y Raquel se embarazó otra vez para que naciera Juan a quien yo, mucho, mucho más tarde, rebauticé "el ademanero".

Georgeo, dicen, tuvo el primer coche que hubo en Cerro Leones y se hizo contador de una empresa importante en esos años. Tenía la excentricidad, dicen, de vestirse de cowboy de vez en cuando.

Santino, (Sante para nosotros), se fue a la selva chaqueña con su título de maestro y su bondad aturullada. Daba sus clases y después dormía colgado en una hamaca. Las víboras asolaban la región. En la soledad de la selva, su única compañía fue una oveja que nunca pudo olvidar. Pero los pobladores terminaron comiéndosela y burlándose de ese amor.

Y Juan creció con toda esa historia en la espalda y la cabeza. En sus cajones mágicos, con olor a papel y a pinturas y plantas aromáticas, guardaba celosamente flores de edelweiss. Recibir su visita, era adentrarse en las anécdotas del pueblo, que él atesoraba con fervor. Sus charlas estaban salpicadas de incredulidades y carcajadas, con palabras mal dichas a propósito y un dialecto que hicimos propio en nuestras noches divertidas. Su estatura, su voz cadenciosa, su vocabulario elegido para cada ocasión, sus ropas importadas, sus amores variados, daban fertilidad al mito.

Juan dibujaba y pintaba, cantaba y escribía y, sobre todo, enseñaba. "Yo soy ciclotímico, daltónico, esdrújulo", me decía. Y para mi fue el Dalí tandilero. Su estruendosa juventud transcurrió entre aventuras amorosas de mucho papel escrito y perfumado, y cátedras de gramática. Nunca se animó a dejar su pueblo para ir más lejos. Temía a lo desconocido y al anonimato. Y cuando yo empecé a tratarlo y destratarlo, ya transitaba más de los cincuenta noviembres.


Georgeo murió como un correcto señor mayor y sus hijos lo acompañaron por la vida. Sante, en cambio, abandonadas ya sus aventuras en la selva, decoró iglesias y dirigió coros en Tandil durante años. Hizo muchos amigos. La gente no tenía dificultad en valorarlo y era pródigo y servicial. Había conocido la guerra y su humildad lo salvaba de algunas críticas mal intencionadas, menos de las de Juan que, rara vez, lo dejaba en paz.

Juan, soberbia en ristre, fue siempre el preferido de doña Raquel que, sentada en una silla pero sobre la mesada de la cocina, solía esperar su regreso, en las altas horas de la madrugada, cuando corrían los mejores días del hijo.

Los tres hermanos quedaron huérfanos siendo bien mayorcitos, pero la muerte de la madre les hizo el mismo efecto que si hubieran sido niños. La velaron en la misma casa de la calle Irygoyen, donde vivieron siempre, en una cama dispuesta a la belleza y la ceremonia, que Juan siempre me contaba y me contaba. Y movìa sus largos brazos, sus grandes manos y me decía:

-Vos nunca hablás de tu madre. Tenés que nombrarla más. ¿Y sabès por qué no hablás de tu madre? Porque no fuiste un hijo esperado como yo. No, no fuiste. Hubieran querido prescindir de vos.

miércoles, 28 de abril de 2010

De la noche a la mañana

Los carmines y el sudor
nos van nublando la cara.
El perfume ya es hedor
y las minas están raras.
Lámparas de mostrador
se funden en madrugada.

A medialuz todavía
algunas cosas se ven,
pero no es como recién
cuando todos se reían...
Sálvese quien pueda, che,
que pronto será de día.

Las sillas con su crujir
terminan la duermevela.
Se marcha la clientela
apurada por salir,
pero se lleva en las suelas
la frustración sin dormir.

"Prohibido escupir el suelo"
-reza frase de pared-.
Hay un perrito con sed
que caza moscas al vuelo
y un curda, bizco, sin pelo,
traga el último fernet.

En el pasillo desierto,
entre dos escobas chuecas,
trajina la pobre vieja
que anoche brindó un concierto:
la casa tenía una reja
y el organillero muerto...

Ya dueño de la vidriera,
un yiro empieza su día:
un café de porquería
en un sucucho cualquiera.
Cuando yo la conocía,
no era una mina fulera.

Ahora tiene en los dos ojos
tizne de broncas pasadas,
aburridas madrugadas
donde nada fue a su antojo
y ausencia de las frazadas
que se comieron los piojos.

Suspira con sentimiento
en el silencio del bar...
-la gente empieza a pasar
con paso lento hacia el centro-
tarde para vomitar
de un saque el remordimiento.

Cambian de turno los mozos
y llegan las medialunas.
El yiro se manda una
y sale al bache y al pozo.
-¡Como vos no habrá ninguna!
-le grita el ebrio, cargoso...-.

La vieja golpea las palmas
y nos echa con la mano.
Y yo salgo como hermano
del borracho y de su alma.
- Soy borracho pero sano
-me dice- Salga con calma.

En aquel toque de queda
hasta el perrito se espanta
y hace cucha en una planta
donde el borracho se enreda.
El sol, con crueldad, avanza
y se acuesta en la vereda.

Miro un rato ese lugar...
Amasijado de bronca
un colectivo que ronca
pasa, y me quiere afeitar.
Y del yiro, ni la sombra
se ve por el boulevard.

La vieja cuelga un cartel
junto a la lista de insumos:
"Espacio libre de humo"
y barre barro y papel.
Es la hora del laburo:
ahora es bar y no burdel.

Así es la cosa, me digo,
cuando la noche no es...
El derecho es el revés
y el rey se vuelve mendigo.
Pero esta noche, otra vez,
todos seremos amigos.

Sensación

No estoy seguro. Sería... las cuatro menos cuarto de la mañana, cuando la soledad no tiene fronteras. Habían pasado casi cuarenta años desde la confusa despedida. Y... si, ya peinaba cabellos blancos y le dolían los pies... y no podía ser. Porque no podía ser. Sin embargo, ella entró, por la puerta o por algún otro lado, luego de un leve vaivén de la cortina. La miró entrar, conteniendo la respiración en la sorpresa. Se deslizaba, muda, entre los cuadros y los libros y el color de las paredes y su cuerpo lo traslucía todo. A él le latía el corazón a punto de rompérsele, pero la dejó avanzar anhelante y temeroso. Quería verle el rostro, y no pudo. Ella le acarició la frente y parte de la cabeza desde atrás y experimentando esas sensaciones maravillosas no se dio cuenta que ya se iba, que eran milésimas de segundo, que ya no estaba... La llamó apenas. Porque era ella. La silla cayó en un ruido seco y terminante. Se asomó a la calle. Todo dormía. La madrugada se la había tragado en un santiamén. Y como un chico de cabellos blancos y áridas arrugas, con lágrimas en los ojos, la llamó a grito pelado: mamá...mamá...mamá.

lunes, 26 de abril de 2010

antes de que me olvide...

Mi hermana vuelve de su viaje a La Plata.
- Hola - dice, contenta y toda alborotada.
- Hola - le digo yo.
- Lleguè hace una hora. No sabés lo que me pasó... Anoche soñé con vos.
- ¿Ah si ? Mirá.
- Tipo pesadilla, ¿viste? Te habían crucificado, con los brazos abiertos. Y te pegaban. Y llorabas. ¿Estás bien?
- .......
- Qué lindas están las plantas... Pero qué pesadilla. Igualito, igualito. Te veía con el mismo pelo, así, como ahora.
- ¿Y... estaba vestido?
- Si.Si. Vestido. Con ropa.
- Bueno, menos mal...
- ¡Y cómo te pegaban !
- ¿Y estaba gordo o estaba flaco?
- No. No. Así, como ahora. Voy a ver si le juego al sesenta.
- ¿Es el crucificado?
- No, che... tu edad.

martes, 30 de marzo de 2010

si un día...

"tocame la mejilla
por si encontrás alguna humedad antigua
y olvidada" juan gelman

Si un día, por un descuido,
se cayera de mis ojos
todo lo que tengo visto
o se escaparan las voces
que atesoré en los oídos,
o de la piel se volaran
los pájaros que han caído
piel adentro, entre suspiros...
¡qué escándalo para el ridículo...!

Pero no. ¡Quién lo diría...!
Parece que nada tengo. Nada.
Nada más que esta sonrisa.

coloquial

Comprendo que no seas mía.
Pero duele. Vos sabés...
Uno lo pasa esperando,
llega el amor y después...
todo lo da, siempre tiene,
cela, rompe, pierde pie.

Y qué sé yo... ¡Somos tantos!
Tienta mirar, conseguir,
ir agrietando en abrazos
este cuerpo de vivir
y de pronto quedar solo...
¡qué cosa, vivir así...!

Comprendo que no seas mía.
Ya es bastante que no huyas,
que no inventes unos ojos
para irte a lunas turbias
mientras violo tus cerrojos...
¡qué vas a ser mía, vos...!
¡si ni siquiera sos tuya!

a un amigo

Está lleno de ausencias y fantasmas.
Va a pie por las incógnitas. No sabe.
Y no finge el asombro; si lo canta
se siente con más vida entre sus ayes.

Jamás se llevó bien con los horarios
y no cumplió por un jazmín celeste
que de algún paredón cayó a sus manos
la tarde que debía estar presente.

Sólo estas lamentables referencias
podrán darte de mi mis enemigos.
Las demás que me endilgan con frecuencia
vendrás a comprobarlas por vos mismo.
Estoy prolijamente aquí.
Oigo que hablan
y oigo - es lo peor -
cómo respondo.
Estoy prolijamente aquí.
Y sin embargo, nada
puede hacerme volver
hace seis meses
del país abúlico y dormido
que elegí
para las vacaciones
necesarias
de mi esperanza.

tristeza

Se desgaja
un árbol
lentamente
en mi alma.
Hoy puedo
decir
que comprendo.
He tenido
mi bosque
que ardió
y en el humo
fantasmas
y muertes
y yo
en el último
árbol verde
que quedaba,
que quedó...
Este que hoy
sin crujir,
rama a rama
se desgaja...
nada pude prevenir.
Se desgaja
lentamente.
¡ay, que no pase gente!
que nada puedo hacer,
que en silencio
se desgaja
y para siempre.

reflexión

en mi soberbia
me creo muy valiente
pero les tengo miedo
a los gorriones
porque ven la atrocidad
y la belleza
con la misma avidez
de poste en poste.
Pian, pian sin cesar...
son torpes, resentidos al robarse
las miguitas de pan,
movedizos, nerviosos y ocupados
en espiar...
son la gente mediocre de los pájaros.
Forzosamente
me tienen que asustar.

sábado, 27 de marzo de 2010

traición (2000)

A las palabras
se las lleva el viento
- dice el hijo de puta
y no se inmuta-
alpiste, perdiste...
lo siento,
tu ruta y mi ruta.

¡La puta que te parió
a vos y a tu madre no!
- pienso yo-
tenés más humos que un tren
y no naciste recién.
Ahí nomás, en un descuido,
lo sepulto en el olvido.
Es la misma gata Flora:
si me quedo no le gusta
pero si me voy, me llora.

si seguimos así (1971)

Y vendrán los buitres
donde estemos presos
donde estemos tristes
donde estemos quietos
donde estemos grises
donde estemos rengos.

y vendrán a vernos
las viejas irónicas
los hijos los yernos
los mares las rocas
el sol el invierno
los cuerdos las locas
y Dios y el infierno.

y vendrán los buitres
a esperar que estemos
a punto de tristes
confusos de presos
sabrosos de quietos
y blancos de grises
y tiernos de muertos.

y entre los manjares
han de saborearnos
las hembras los mares
las moscas los barcos
los hombres las artes
el pobre los ranchos
la rueda el caballo
Dios y los cobardes
arpas ruidos pianos
incienso y altares
prostitutas santos
y mil militares...

martes, 16 de marzo de 2010

la reina

Casi no puedo creer
que haya tanta gente hermosa
que dedica su belleza
a la sucia y triste diosa.
¡Oh, diosa Pornografía,
qué inquietante porquería!

En un submundo virtual
copulemos, que es normal.
Una cosa trae la otra
y la otra trae otra más...
¡Oh, diosa Pornografía,
cosa de nunca acabar...!

De todo como en botica,
se elige y se goza ya.
Se hace adicción enseguida
y en secreto, claro está.
¿De qué sirve el corazón
a solas en el salón?

Oh, diosa Pornografía,
dicen que pronto cansás,
pero a gritos silenciosos
todos te pedimos más.
Vos sos buena y campechana,
la Pachamama sexual...

¡Odiosa Pornografía!
Ya no hay amor.
Vos reinás.

Los potros

Sueltos a la madrugada
inundan el callejón.
Todos juntos. En manada.
Ninguna conversación.
Son sonidos guturales
de animales
- con perdón -
Metansé adentro. No es nada.
Dejen que pase el malón.

Vomitan en las aceras
las pálidas criaturas.
Es que la vida les arde
y ellas apenas si duran.
Hermanas en el acné,
se preguntan para qué.
Escupen y rompen cosas.
Lo que se rompe, se ve.
¡Y vienen de divertirse,
mire usté!

Gritan como condenados
los potros alcoholizados.
Gritan como alcoholizados
porque ya están condenados.

sábado, 6 de marzo de 2010

qué desencuentro.

Fue un encuentro casual, al borde de la avenida. Estuvieron diez minutos barajando palabras.
- No...si... te reentiendo, boluda- dijo él- Vos estás represionada.
Ella bajaba la cabeza. Buscaba un hombre de piernas largas, nada carilindo, bien jetón y futbolista, de ser posible el sueño.
- No...si... yo te repienso, loca, todo el día -dijo él.
Ella dibujaba el suelo con el pie, sobre la tierrita de la baldosa.
- ¿Sabés qué....?- preguntó apenas.
- Cómo no voy a saber... Pero si. Yo sé. Y te banco a full - dijo él.
- Yo necesito un viaje... - dijo ella- O...no sé, que me paguen la terapia. O, como dice mi hermano, una verga así de grande para saber qué mierda me pasa....
Ultimatum. El comprensivo cruzó la avenida con semáforo en rojo, la mano levantada en un saludo y una rata metida en el surco del culo. No la quiere ver más en la puta vida.

pensamientos sueltos al mediodía (estoy loco)


La gente está cansada.

Es agobiante

este calor tan sucio

que hace en marzo.

Ni chicha ni limonada.

Me acuerdo de Blas Scarzo.


Parece Jurasick Park

hay que anotar

hay que anotar

Los dinosaurios en la calle

de la ciudad.

Nadie los ve.

Jodasé usté.


Oficinistas

pasean su importancia

y qué jactancia...

-plena lactancia-

Pobrecitos

tan chiquitos

con sus historias copiadas

unas de otras

qué gansada.

La mujer que los cornea

el nene toca el tambor

y cambiarán el coche por el motor

-qué pegajoso el calor...-


Pasa la vieja chetona

con cara bobalicona

y mira mi morochez

¡vos que sabés!

¡vos que sabés!

te quisiera ver después.


y todavía un milico

que quiere meterme miedo

paseando su ineficacia

qué desgracia

se cree que me chupo el dedo.



todo igual igual a cero

traeme un café que me muero

te soy sincero.


Yo quería ser artista

-qué optimista-

y me lo paso

transpirando

vaya a saber hasta cuándo

¿Llueve otra vez?

¿No ves?

No gano para piloto

tan ignoto.

-qué buen poto

qué buen poto-


Me iría al mar

- no sé nadar-

una vez casi me ahogo.

La vida parece plena

sobre la arena.


Pero hay que conformarse

a los sesenta pirulos

todavía tengo rulos.

martes, 2 de marzo de 2010

Porque...

Ay..., dijo Ethel, qué suerte, yo pensaba que eras rubio y de ojos celestes.
No, dijo él, como si hubiera sido necesario.
Qué maravilla, dijo ella, sos seborreico y no vas a tener arrugas nunca.
Y él se enamoró hasta las patas.
Le importó un pito la diferencia de edad, la vejez que ya daba señales de invadirla toda. Y casi con el título de bachiller bajo el brazo, se metió en la cama de ella una madrugada, después de besarla en los párpados, porque los ojos de ella, tan verdes, lo daban vuelta. Porque la distinción de ella lo daba vuelta. Porque ella le decía: qué iconoclasta sos, y a él le parecía que le otorgaba un título nobiliario. Porque era mucha mujer para lo que era el pájaro. Porque el cielo se llamaba Ethel.
Vos estás loco, dijo ella, pero lo besaba, claro. ¿Cómo no lo iba a besar si él temblaba como un colibrí en la flor? Era humilde a lo yuyo, recitaba Ethel, no tenía nada suyo, más que aquel: cómo te quiero. Y se besaban. Y el colibrí era un halcón de pronto. Y el mundo miserable es un estrado donde todo es estólido y fingido, claro.
¿Y qué va a pasar cuando la veas realmente? ¿Qué va a ser de Ethel?, preguntó una amiga de ella sin saber que esas cosas quedaban muy lejos por ese entonces. Porque él la amó, la amó. Quizá se amaron. Las pocas veces que se animaron a caminar juntos por la calle, el orgullo los hacía ir despacio, aunque fueran a varios metros una del otro. Y se notaba igual. Cómo se notaba...
Hubo que fingir delante de los parientes. Hubo que escapar desnudo, con las ropas en un bollo, escaleras abajo, si algún boludo llegaba a interrumpir las horas del romance. Hubo que esconderse de porteros y vecinos. Hubo que soportar las culpas y los prejuicios de dama mayor que tenía Ethel y los arrebatos de arrepentimiento. Te vas de acá, le decía con furia, y enseguida lo arrastraba escaleras arriba para transformarlo en halcón otra vez y otra vez y otra vez. Porque la amó, la amó hasta que pudo. Y cuando hubo que tomar una decisión, él se fue a Buenos Aires. ¿Y quién te va a tapar cuando te duermas?, decía ella. Y empezaron a escribirse tres y hasta cuatro cartas por semana, durante un año demasiado largo. Y entonces...él volvió, porque a la última carta quiso contestarla en persona y nuevamente el pueblo de prejuicio y bronca. Porque no se olvidan así nomás los ojos verdes.
¿Es cierto que andás con una viuda?, le preguntó la tercera en discordia. No la pienso dejar, dijo él. Y la tercera en discordia se reía, porque tenía otra piel y otra mirada y había empezado a llamarla por teléfono para decirle vieja loca, dejalo en paz. Y así empezaron otras historias, claro.
Pero hoy, todavía hoy, después de tantos años, él pasa por la vereda del geriátrico sin atreverse a entrar. Porque ella se ha olvidado de muchas cosas, según le dicen. Porque no lo va a reconocer si lo ve y porque... no conviene que recuerde nada. Pero él pasa. Pasa y mira. Cómo mira... Ay, si ella supiera cómo mira. Porque la amó, la amó. La amaba, la amó. Porque recuerda su mirada que lo daba vuelta. Y la agresividad de Ethel, cuando se enojaba y le decía: vos sos un bleef, chiquito, vos sos un bleef.

viernes, 19 de febrero de 2010

imagen 1974

los harapos deforman
una vieja
en un banco de Plaza
Miserere...
hay un coro religioso
que aúlla su sermón
y un loco suelto
en el subte
y un negro
y un maricón...
parece sucia la gente
sucia y mala
qué sé yo...
mi sensible revienta
como un sapo
en el colectivo
sesenta y dos.

miércoles, 17 de febrero de 2010

ellos

"las aguas vivas, a la deriva, medusas transparentes, inofensivas,
gelatinosas, tornasoladas, las lleva la corriente, ellas no nadan"
maria elena.


se acercan sonrientes
como parientes

y te palmean el hombro
-cuánto escombro, cuánto asombro...-

te huelen y te husmean
-los tontos escasean-

se atascan en la intriga
-les duele la barriga-

no te ven hace mucho,
convidales un pucho,

¿dónde andabas, tantos años?
-esperalos, van al baño-.



te buscan y te acorralan,
y uy... se quedan a comer
-vaya ganas que tienen
de joder-



se burlan y te cercenan,
te envidian y te encadenan.

son dulces los testarudos,
tiernamente corajudos.

apelan a tu estúpida clemencia
-cuánta paciencia, cuánta paciencia-



revuelven, estrujan y estropean,
y en tu cara palidecen y patean.
-van al baño otra vez
porque se mean-

y se despiden hasta pronto
de vos, que sos un tonto.
convencidos de ser extraordinarios
-manga de ordinarios, manga de otarios-.



¡ a huir..., se ha dicho, a huir...!
¡a echar candados y trancas y cerrojos!
a abrirle solamente
al que te abrace
de primera intención
y con los ojos.

canción simple

yo tengo en mis ojos
profundas visiones,
imágenes fuertes
que nadie las ve
y escuché palabras
en hondas cavernas
y anduve caminos
que hoy por hoy, no sé.

he sentido pieles
y mordido frutos
con urgencia y hambre
con urgencia y sed
y palpé milagros
y he tocado el cielo,
he tenido abrazos
para no creer...

y grité mis gritos
con poca vergüenza
y fui silencioso
ya casi sin fe
y tuve la gloria
dentro de un bolsillo:
la gasté en un beso,
la despilfarré.

el único lujo
que siempre me he dado
es, de vez en cuando,
atreverme a ser.
detrás de esta pobre,
sencilla sonrisa
yo guardo la historia
más hermosa y cruel.

a veces me irrito
con algunos hombres:
quieren explicarme
lo que yo olvidé.
yo sé muchas cosas
desde esta sonrisa...
al menos, amigo,
no menos que usted.

yo

amo el bosque, mujer...
no la emboscada.

viejos amantes

alguna vez les sucedió el milagro
de la piel como loca y las ojeras...
cuando no podían ni rozarse
sin que el amor los mordiera.

pasan torvos los dos, como perdidos
en una desazón que los cancela...
se suicidan los dos en la amistad.
nadie puede cambiarles la novela.

sin embargo, darían las dos vidas
para que el amor volviera.
soplan, soplan la ceniza...
y la ceniza se vuela.

testigo

a veces suelo mirarme
como un vecino curioso...
no me puedo creer tan indefenso,
tan solitario, tan misterioso...
¡haber llegado hasta acá...!
¡tanto camino sinuoso...!
ensayo la caricia del abuelo
con mi mano en la cabeza
y me convierto en mi abuelo
allá, por el sesenta...
es esa sensación
de ser mi hijo...
esa extraña tristeza.
nunca dejes
nunca dejes
que te claven un puñal
porque un puñal de palabras
hiere el alma por detrás
sobre todo si es de noche
y hay que irse
y caminar
nunca dejes
nunca dejes
que te claven un puñal

la sangre circula oscura
y no sale a respirar
y las lágrimas se niegan
y se burlan los demás
y es un golpe sordo y sonso
que no se puede aguantar

los puñales de palabras
ya no son para esta edad
donde uno ha descubierto
qué es mentira y qué es verdad

nunca dejes
nunca dejes
que te claven un puñal
si el asesino no es ducho
mucho menos...
mucho más.

domingo, 14 de febrero de 2010

¿será?

no sé si es de poetas o suicidas
ésto de pegarme un verso
como un tiro en la sien
a cada rato
y abandonar,
muy quietos en la silla,
cadáveres distintos,
poemáticos...

sábado, 13 de febrero de 2010

Si...

a veces es armónica y profunda
la fiesta de ser hombre caminando,
a veces puedo reverenciarme
y hago falta
y hasta canto.

es muy de vez en cuando, casi nunca.
la vida nos enreda y nos apura...
queremos poseer, estar o irnos
y todo con urgencia
prematura.

que nadie nos traicione
que dios sepa que andamos aquí abajo
-como si dios, en vez de estar adentro,
estuviera arriba de algo-.

en fin... nos maltratamos
con complejos, frustraciones, dolores y cigarros.
y los otros nos pegan en tanto les pegamos.
total....! hay libros, cines, recuerdos y fantasmas,
estatuillas, cuadritos, mobiliario...

es muy de vez en cuando
casi nunca
pero a veces asomamos al milagro
y nos vemos pasar
sencillamente
vivitos y felices
y coleando.



me toca decirlo a mi

como vos me lo decías

- las manos en los bolsillos

y la mirada perdida-

hoy no me preguntes nada...

perdoná... son cosas mías.

domingo, 7 de febrero de 2010

me tomo la libertad de invitar por este medio al numeroso público de lectores que me sigue a:
http://albertotiso.spaces.live.com/blog/
prometo que ahí sí van a saber lo que es bueno. albertito.

Ëpoca

Ahora se dice: gay. Es más cortito.
Y suena a cascabel, a campanillas...
Antes era pesada la palabra:
de submundo, de cosa clandestina.

Bajaron de la cruz. Sólo la arrastran
hasta donde permiten los recelos
porque la iglesia, como corresponde,
pone todos los gritos en el cielo.

Y lavándose en aguas de borraja
nos quieren explicar...ciertos Pilatos,
pero la diversidad les desbarata
cualquier explicación con tantos gajos.

Porque hay tanta "gaydad" entremezclada
que hasta el gay la mira sorprendido.
La pucha que cambió tanto la marcha
que él se ha vuelto puro como un niño.

Pues nada es definible en estos días
en que las viejas madres ya no vuelven
a recibir las culpas que les cargan
y la culpa la tiene el Gran Bonete.

Hay que culpar, culpar por donde fuere,
y hay que apurarse si es que aún se puede,
que el sexo despatarra grandes ancas
entre los hombres y entre las mujeres.

Y el sexo despatarra sus dos ancas:
salpica ambigüedad y todos quieren.
¿Quién dice no, quién pega, quién se salva
si el placer es lo único que tienen?

Fue una cuestión de alondras y belleza
casi siempre refugiada en un gran mito.
Era pesada, densa, la palabra.
Ahora se dice gay. Es más cortito.

Vivir

Vivir es relamerse las heridas,
ser siempre el padre probo de los otros
para que no nos venza la embestida:
"enteros pero rotos".

Vivir es llegar antes y saberlo,
creerte que creés, volverte loco,
empujarte a la farsa cotidiana
porque solo es peor, pero estás solo.

Vivir es tener miedo de las dudas.
Vivir es tener dudas sobre el miedo.
Y llenarse de nombres y de fechas.
Y querer como nunca nos quisieron.

Vivir es dios mediante, dios muy lejos,
pero por suerte, también, es dios perdona.
Y las más de las veces, dios me libre,
como si dios tuviera alguna forma.

Vivir es un minuto de sorpresa
y la esquiva sospecha de un milagro
y por una alegría, cuatro penas,
y un siglo preguntando al cielorraso.
...y que dios me perdone
la soberbia
pero no puedo evitar
este desdén:
todos viven hilando
la comedia
y por desgracia el rol
les sale bien.
Y se inventan bambalinas
para espiar desde allí
al que no se pone nada
para salir.
...y que dios me perdone
la soberbia
por lo que voy a decir:
el amor se me va al diablo
cuando los veo venir.

Hermano optimista.

Y...si. Carpetean. Yo no sé qué mierda carpetean. Pero antes era peor, ¿eh?. Mucho peor. Cuando yo era bebé y salía de la cárcel, al volver al barrio, me daba un bajón. La anciana me mandaba al almacén a comprar... cebolla y ellos ya me carpeteaban. A veces se embutía alguno y todas las ancianas se juntaban en la vereda para verles el camote a los novios y sopletearse cosas en los auriculares... Y.. si. Les gusta carpetear la vida ajena en lugar de hacer algo. Están perdidos en la nebulosa. Siempre va a ser así. Como mi abuelo, que se había volado de la guerra del catorce. Todo un gran faraón el viejo. Cagó sus ondas sobre toda la descendencia.
Hay que hacer algo. Pensá que en cualquier momento aprietan el botón y esa es la gran pálida.
Te diría que la única. Las demás se bancan. Y hay que protestar. Hacer la nuestra. Hincharles las bolas a los faraones. Y sobre todo, tener life propia, pendex. No hay mambo mejor. A mi quisieron girarme muchas veces, pero la mía es la mía. Yo les dejo los hospicios a los que no curten ondas ni un bit. ¿Para qué sirven los ancianos que no modifican nada? Ni siquiera tienen look. Y sus sonetos son siempre los mismos. Ni siquiera pueden entender que soy un ángel. Pero el ángel de la Anunciación, no el exterminador. Están todos pack troning, viejo. Con esos rollos infernales, hacen cualquiera. Eso me eriza los capilares hasta los paraísos..., me atomiza, me jode. Se acabó el tiempo de los hipnotizadores para mi. Y tiene que terminar para todos, pendex. Hay que ser buenos monjes. Y mover los yesos para adelante, sin fijarnos si el de al lado hace ruido o vive en la oscura... con tal de que el tipo sea savi.
Juname: cualquier cosa es preferible a esos ancianos que carpetean y viven la vida como un único día. Tienen todo inamovible: el hospicio, el morfi, la tele y las sotanas. Esa onda me pone los capilares agudos, me bajonea el mambo. No puede ser... Fijate vos el papiro que pasé hoy cuando le fui a pedir monedas al viejo... El barrio todo alborotado. Me trastoqué en el acto. La próxima lo esquivo. No soy tan freak, después de todo. Soy bien nacional. Nunca maté una mosca. Asique no sé qué carpetean. ¿Será la libertad? ¿O será que siempre tengo algún tajito a mano, atraído por mi mambo, y ellos no se bancan más las dos puertas que tienen en sus casas, con los ruleros puestos? No sé. La cosa es que yo no giro. Mi sueño es llenarme de sones que curtan mis ondas. Es el único futuro, pendex. Si al fin de cuentas, todos somos iguales, y eso mata, viejito. Todos estamos luchando por el mismo astral y todos estamos bajoneados. Todos somos hermanitos, pendex, hermanitos... Y eso mata mil, loco. Mata.

martes, 2 de febrero de 2010

LA ESCUELA




¿DÓNDE ESTÁ MI SACAPUNTAS?
¿CUÁNDO DICTAN LO QUE SIGUE?
¿QUIÉN ME PUSO EN PENITENCIA?
¿CÓMO BORRO LO QUE HICE?


UN PUPITRE PARA EL VIAJE,
Y EN LA MOCHILA LA VIDA:
EL COMPÁS, LOS CARAMELOS
Y LA PLUMA CUCHARITA.

NOS SALPICABA EL TINTERO
LUNARCITOS EN LAS MANOS.
NOS IBAMOS A LA LUNA
EN MENOS QUE CANTA UN GALLO.

EL DE ADELANTE, EL DE ATRÁS,
LA DE TRENZAS, LA CHIQUITA,
Y LA QUE GANÓ EL CONCURSO,
Y EL QUE JUNTA FIGURITAS…

EL FLACO, EL GORDO, EL PETISO,
LA QUE ESCRIBE CON LA IZQUIERDA.
¡AY, QUÉ SENCILLO LLAMARSE!
EL AMOR QUEDABA CERCA.

NUESTRO MUNDO ERA LA ESQUINA.
EL FUTURO ERA EL RECREO.
Y EL INFIERNO ERAN LAS PUNTAS
DOBLADITAS DEL CUADERNO.

¿DÓNDE ESTÁ MI SACAPUNTAS?
¿CUÁNDO DICTAN LO QUE SIGUE?
¿QUIÉN ME PUSO EN PENITENCIA?
¿CÓMO BORRO LO QUE HICE?

SI NOS VIÉRAMOS PASAR
NO NOS RECONOCERÍAMOS.
NOS IRÍAMOS DETRÁS
DE AQUELLOS CHICOS QUE FUIMOS.

TOMAMOS TANTA DISTANCIA
EN LAS FILAS, AL MARCHAR,
QUE TODOS NOS FUIMOS LEJOS
A PERDERNOS Y OLVIDAR.


CUÁNTA MARCHA, CUÁNTA ESCARCHA
ATRAVESAMOS DESPUÉS
EN LAS TIERRAS DEL ADIÓS,
EN EL MAPA DEL NO FUE.

CUÁNTA LÁGRIMA Y TROMPADA.
CUÁNTO SUEÑOS SIN HACER.
¡QUÉ MAL ME COPIÉ LAS FALTAS
DEL DERECHO Y DEL DEBER.

¿DÓNDE ESTÁ MI SACAPUNTAS?
¿CUÁNDO DICTAN LO QUE SIGUE?
¿QUIÉN ME PUSO EN PENITENCIA?
¿CÓMO BORRO LO QUE HICE?
MILONGA PROPIA


EN ESTE NOMBRE VANO EN QUE ME ARCHIVO
O ME ARCHIVAN, NO SÉ, LOS QUE ME NOMBRAN,
SOY UN GRAN RÍO QUE VA TRAS SUS PREGUNTAS
Y QUE NO EVITA LUZ, PIEDRAS NI SOMBRAS.

EN ESTE NOMBRE VANO EN QUE ME OLVIDAN
LOS QUE CONMIGO NACIERON AL ABRAZO,
SIGO SENTADO VIENDO CÓMO PASAN
CON LA CARA DEL MIEDO, A TRANCO LARGO.

EN ESTE NOMBRE VANO EN QUE ENCIERRAN
LOS QUE QUIEREN MEDIR TODO MI ALCANCE,
YO DIGO DIVERTIDO QUE AL DIVERSO
NO HAY MODO DE ATRAPARLO MIENTRAS ANDE.

YO FUI MUCHOS. NO SÉ NI CUÁNTOS ERAN
LOS QUE FUERON CONMIGO, DESDE MI…
Y SERÉ LOS QUE EL MUNDO ME PERMITA
Y LOS QUE EL MUNDO NO QUIERA PERMITIR.


ME DEPRIMEN LOS HOMBRES SATISFECHOS
QUE REPRIMEN EL GESTO Y LAS PALABRAS
YO PREFIERO SACAR TRAPOS AFUERA
Y DERRAMARME A CHORROS COMO EL AGUA.

QUIERANMÉ, CON SUS OJOS EN LOS MÍOS.
NO PRETENDAN SABER QUIÉN ESTÁ AQUÍ,
ENCERRADO EN UN NOMBRE Y APELLIDO
QUE NO ME PUEDE DECIR
QUE NO ME PUEDE DECIR
QUE NO ME PUEDE DECIR.

LA MAGIA


a Silvia Ludwig
YO ERA HERMOSA
-DECÍA MARIA LUISA-
SIEMPRE DE PUNTA EN BLANCO
SALÍA A TOMAR EL TÉ
Y A BAILAR TAMBIÉN SALÍA,
CON MIS AMIGAS...
Y...CLARO, ME CASÉ.


YO ERA FUERTE
-DECÍA MARIA LUISA-
ME GUSTABA REÍRME Y CONOCER
VIAJABA MUCHO TODOS LOS VERANOS...
PERO ÉL ME TRAICIONÓ
Y ME SEPARÉ.


YO ERA ALTIVA
-DECIA MARIA LUISA-
CON LOS PIES EN LA TIERRA; TRABAJÉ
COMO BURRA PARA CRIAR MI HIJA
Y LA HICE ESTUDIAR
Y NO AFLOJÉ.


PERO UN DIA
EN QUE ESTABA SOLA
-PORQUE MI HIJA HACE MUCHO QUE SE FUE-
DE PRONTO,
TE LO JURO, NO SÉ CÓMO,
SENTÍ UN VIENTITO
EN LA PUNTA DE LOS PIES.


ESTABA SOLA
Y ME AGARRÓ LA MAGIA.
Y VI COSAS Y GENTES
PERO NO.
Y ESCUCHÉ LO QUE NADIE ME DECÍA
Y AL RATITO, NOMÁS,
SE ME PASÓ.

PERO LA MAGIA VUELVE CUANDO QUIERE,

AUNQUE ESTÉ HABLANDO CON VOS,

Y ATRÁS TUYO ESTÁ LLENO DE ROMANOS.

¡LA PUTA QUE LO PARIÓ!

ES QUE LA MAGIA
- DECÍA MARÍA LUISA-
TE AGARRA Y NO TE SUELTA NUNCA MÁS .
POR SUERTE
YO LA TENGO DOMINADA
Y NI CUENTA SE DA.

ES QUE A VECES VEO COSAS QUE NO PASAN
Y CON TANTAS PASTILLAS QUE ME DAN
YA NO SÉ SI ESTOY LOCA O ESTOY CUERDA
PERO NO ME IMPORTA MÁS.
NO TE OLVIDES
-DECIA MARIA LUISA-
YO TOMO CAFÉ ACÁ.


Palabras para Tona Almada de Gardey
O de cómo una vez más
La verdad me parece mentira.
Una campana calló
Mientras doblaba tu muerte
Y el silencio fue tan fuerte
Que tu muerte lo escuchó.

Ella era una peregrina de las dificultades. Una hoja al viento, de esas que embellecen el aire antes de llegar al suelo y que uno mira caer sin atinar a nada, porque es bello verla en vuelo.
Ella era erudita en la materia de resistir. Improvisaba una felicidad pequeña para cada resistencia. Y las horas se le iban explicándose tanto el mínimo roce como el rasguño profundo, así el vuelo violento, como el blando aterrizaje. Nada había más importante que ese análisis de los por qué y los por cuánto, de los por dónde y los cómo. Nada había más importante que darse el lujo astral de un gran silencio o los fugaces segundos de armonía en medio del bochorno cotidiano.

Ella era una inútil para lo de todos los días y, si en este momento me escuchara, acaso sonreiría. Sonreiría un poco, apenas un poco, porque mi palabrerío la agotaba.
Ella usaba una mística precaución para acercarse a las cosas, como si uno debiera prevenirse ante los objetos que se dejan asir, pero atrapándonos; como si en todo lugar hubiera trampas… En cambio, los paisajes con magia, la tomaban desprevenida. La madre tierra se le prodigaba en perfumes y misterios a los que se aliaba, transportándose a un olimpo personal y sencillo y no por eso, accesible.

Entre nosotros había un intercambio telepático. Algunas veces caminamos juntos. Estoy seguro que los que no saben mirar, nos miraban de reojo. Yo apretaba el ritmo de los pasos para acompañarla sin perder pie y a ella le gustaba que yo pisara fuerte. Para levitaciones bastaba con la suyas.
Un día corrimos juntos de la mano por una playa hasta el mar y, como ella siempre iba en el aire, creí que se volaría. Tal era su ligereza, en ocasiones, como si su cuerpo le sirviese de pretexto para encarnar de algún modo ya que estaba, y no perderse la fiesta que es, a veces, este mundo.

Ella vivía sus propios poemas y luego los copiaba en papel. En la juventud había escrito algunos, en los árboles del bosque municipal de La Plata y desde entonces los versos le expresaban las búsquedas. También solía suspirar dibujos a mano alzada, endebles y sutiles como correspondía a su esencia. Artísticos dones que la hacían parecer insegura o lenta. Pero su apariencia era mentira. Como era mentira la adusta adultez del nombre que supo reducir para acercarse a todos los que podía. Su palabra entrecortada, a fuerza de ser precisa, semejaba un apacible bisturí que desentrañaba nuevos caminos sin que se supiera cómo. Y, si uno no estaba atento, corría el riesgo de perderse como un chico en el bosque o de alzar vuelo con ella quién sabe adónde.

Ella nunca lloraba ni reía en público ni en confianza. Trataba de mantener el equilibrio de sus emociones quizá para no desestabilizar su cuerpo fìsico. Estas manifestaciones tan humanas podían jugarle en contra. No obstante era ingeniosa. Con el toque de una mano te hacía saber por dónde andaba su alma a la deriva.

Ella era de gestos livianos y extendidos. Yo diría que siempre interpretaba una danza que acariciaba a los que no bailábamos. Dubitativa al apoyarse, tenía el coraje de ofrecerse como apoyo, mariposa que se posa y se evade, que revuela y vuelve…empeñosa en el aleteo solitario y, sin embargo, solidaria con el colibrí y el carancho.
A esta altura del camino, mirando sus letras acostadas en el papel, en tantas notas que me dejó como caricias al paso, yo sé que jamás conoceré un espíritu más delicado que el de Tona Almada.
A esta altura del camino, yo sé que nadie me dará una explicación más angélica de la lucha y de la existencia.
Yo sé que no abundan los seres como Tona, seres que no resisten la cárcel del cuerpo y prefieren la fuga. Porque saben la verdad antes de tiempo, y aunque no estemos conformes, saben también cuál es el momento preciso.




lunes, 1 de febrero de 2010

Armadura

Hoy me tengo que comprar
-Hasta que alcance el dinero-
Un par de medias de cromo
Y una camisa de acero.

Con la guita que me sobre,
Algún moñito de plata
O una corbata de cobre.

Lo que más me va a costar
Es meterme en el encierro
De ese traje de metal
Con botoncitos de hierro.

Pero el ridículo acecha
Por izquierda y por derecha.
Dicen que voy mal peinado
Y que vivo equivocado.
Que me van a marginar
Si sigo desorientado.

El traje es original,
Con bronce en cuello y en lomo;
Camiseta de hojalata
Con calzoncillos de plomo;
Zapatos de goma laca,
De estaño, radón y alpaca.

Para que cambie el destino
Algo de cinc y platino.

Seré Fulano de Tal
Duro, fuerte e imbatible.
Y el pobre tipo que soy
Será una historia increíble.

Con mi traje de metal
La van a pasar muy mal
Los que hieren a destajo
Como si fuera casual.
De una patada, ¡al carajo
los hijos de tal por cual!

Ya tiré toda la lana
Y las prendas de vestir.
Aunque parezca macana...
¡Así no podía vivir…!

A Graciela Techeiro

La que tenía una agencia de gracielas (según el caso)

Y sabía ser, cuando podía, La Garrick de los tristes.


SI MUERO, DEJAD EL BALCÓN ABIERTO.

Federico García.

Te recuerdo feliz, como querías...
Pero no es fácil pasar por Uriburu
Donde los pájaros saben tu destino
Y hacen guardia, en los árboles, de noche,
Como la noche aquella que los vimos.

- Esperan a los muertos- me dijiste-
Para guiarles las almas por el cielo.
Y como chicos mirábamos las ramas
Llenas de pájaros quietos
Habitando un extraño conventillo...

Tenían facha de ser pájaros raros,
Como nosotros mismos....

Yo sé que donde estás no hay hospitales
Ni salidas con permiso ni manera
De caer en depresiones abismales...
Esa sorda certeza me sosiega.


El ángel ha vencido a los demonios
Una tarde de agosto y de puntillas
Algunas horas antes del crepúsculo.
Y te arrancó el dolor, las pesadillas,
Y la infame vigilia del insomnio.

Vos que siempre tuviste un dios aparte,
Aliada a lo precario del momento,
Sabés que ya no habrá desasosiegos
Ni más transmutaciones o tormentos.

Te habrás metido a dios en el bolsillo
Haciéndolo reír con tus inventos…

Soy yo el que no comprende y no tolera.
Lo que pasa es que hay sol y es esta tarde
Llena de duendes y músicas y letras
Y resulta imposible no extrañarte
Mientras la vida me lleva.

Con tanta flor que nace de repente
y ese amor tuyo por la primavera,
con tanto amigo nuevo que se arrima
a preguntar cómo eras…
con lo linda que suele estar la gente
en las veredas…
Qué lástima, qué lástima, Graciela.

Por donde voy me aroma tu ternura
Y el fantasma de tu guitarra vieja
Me trae una canción que no sabemos...
Y con una mirada desmedida
Él me dice que vos estás contenta,
Que para vos, ya es misión cumplida.

Hemos llorado a dúo tantas veces
Y tanto y más… los dos hemos reído
Que, si me quedo serio para siempre,
Ya me daría lo mismo…
Pero no puedo olvidar que hemos saltado
Toda felicidad y todo abismo.

En honor a mi verdad y a tu alboroto,
Ahorro esencia de rosas y jazmines,
Acumulo unos cuantos “qué me importa”,
Y me pongo a pensar cuando te evoco
En aquel verso de Lorca…


En honor a mi verdad y a tu alboroto
Ya no me niego a nada, a casi nada,
Porque siempre hay descosidos para rotos.
Pero tu ausencia se me ve en la cara.


A Eduardo Frechero

No se puede ser fiel a dos amores.
Tarde o temprano se traiciona a uno.
Y entre Laura y tu noble bicicleta
Elegiste el mejor, el más seguro.

Laura te tuvo una paciencia santa
Y vos fuiste su niño inteligente
Que la hizo feliz en el camino
En que juntos lucharon por la gente.

Y si ahora estoy triste, no me enojo.
Tu alegría ficticia ha caducado.
Muchas puertas estaban con cerrojo
Porque Laura no iba a tu costado.

Siempre, en cada ocasión hablabas de ella
Como si fuese a volver o si estuviera.
Fue muy bueno el final, fiel a tu estrella
Te marchaste envuelto en tu bandera.

Pienso que fue la decisión perfecta.
Siempre supiste lo que había que hacer.
Está bien que te guardes con tu historia.
A veces es mejor tomarse el buque
Cuando muchos perdieron la memoria.
Y que el verso de Laura los eduque.

(No sé cuánto más va a durar la frase que alguno escribió en una pared de la calle Rodríguez antes de llegar a Pinto. Pero me emociona verlo. Dice: Hasta la victoria Eduardo)

LOS HERMANOS RAN (1961)

LOS HERMANOS RAN
(1961)

AL MERCADO, EN COLÓN, DESDE MORENO,

HAMACÁNDOSE UN POCO ENTRE LOS TRES,

UN PESADO ARLEQUÍN, DOS COLOMBINAS

SUCIAS DE TIERRA EN TRAJES DE SATÉN,

CAMINABAN DEL BRAZO POR LAS HERAS...

TODA LA CALLE ABIERTA A SU MERCED.

JUGANDO EN LAS VEREDAS DE LA INFANCIA,

LOS CHICOS LOS VEÍAMOS VOLVER

AL TROTECITO. TRES CARICATURAS

EN UNA MARCHA-BAILE CON VAIVÉN:

MARGARITA, JUANCITO Y MARÍA,

ANGELITOS TURBIOS AL ANOCHECER.

FLOR AL PELO Y LENTES DE MIOPÍA,

MELENA CARPINCHA CORTADA A LA TAZA,

ENJUTA COMO POCAS, LABIOS ROJOS,

POLVO DE HARINA LA COSTRA DE LA PIEL,

EN SUS CHUECOS TACONES, SIEMPRE FLOJOS,

MARGARITA PASEABA SU DESDÉN.


MANIQUÍ DE COLLARES Y DE BOLSAS

LLENAS DE PAQUETES DE QUIÉN SABE QUÉ,

A MARIA LE CHINGABA LA FALDA

EN UN DESGARBO CÓMICO Y SOEZ

POR LA LEVE JOROBA DE LA ESPALDA

AMARRADA A LA MUGRE DE UN BRETEL.

EN MEDIO DE LAS DOS IBA JUANCITO:

MUY CORTO EL PANTALÓN Y POCO SACO,

SIETE CRENCHAS SOBRE LA CARA RONDA,

LA PANCITA FEROZ DE MAL COMER,

ROÑA EN LAS UÑAS Y EN EL CUELLO ROÑA:

COCHAMBRE GENERAL, PURO PLACER.


MI ABUELO, QUE NO HABLABA CON NINGUNO,

CONVERSABA MUY A GUSTO CON LOS RAN

EN EL OCASO DE AQUEL SESENTA Y UNO

Y EN SU CASA ABIERTA SIN ZAGUÁN.

ENTONCES HABÍA ESPACIO PARA ESO

Y GANAS DE QUERER Y VOLUNTAD.

UNA TARDE PASÓ, SOLO, JUANCITO.

Y MARGARITA, A TIENTAS, LEJOS DE ÉL,

SE FROTABA LOS OJOS SIN LOS LENTES

CON UN PEDAZO GRANDE DE PAPEL.

SE JUNTARON ALLÄ POR LA EUROPEA

DONDE LLENABAN LAS BOLSITAS RED.

.

DANDO TUMBOS VOLVIERON ESA TARDE.

ALGO PASABA QUE NO ESTABA BIEN.

MARIA SE HABIA SUBIDO AL CIELO

DE TONTA QUE ERA, AL CRUZAR MONTIEL.

Y LOS HERMANOS NO TENÍAN CONSUELO

CASI A LAS CINCO Y MEDIA O A LAS SEIS.



Y JUAN, YA NUNCA MÁS, FUE HASTA EL MERCADO.

SE SENTABA A LA TARDE EN LA SILLITA.

SE MORIA DE PURO ABANDONADO

Y NO LE HACÍA CASO A MARGARITA.

ASI, DE A POCO, CONCIBIÓ LA IDEA

DE IRSE A TARTAMUDEAR EN OTRA PARTE

DONDE NADIE GRITASE COSAS FEAS,

DONDE NO HUBIERA NUNCA QUE BAÑARSE,

DONDE LOS TONTOS Y LOS TARTAMUDOS

TIENEN SU CIELO PROPIO Y ATORRANTE.

SE PUSO LA GORRITA DE SU VIEJO

QUE POR CASUALIDAD, NO ESTABA EBRIO

Y SE MURIO NOMÁS, LA PANZA AL AIRE,

COMO EL CRISTO ANDRAJOSO DE LOS LELOS

EN LA CRUJIENTE SILLA DE MARÍA

QUE ERA IGUALITA A ÉL, PERO CON PELO.

MARGARITA NO PUDO CON SU SUERTE:

ALGUIEN LA ABANDONÓ EN ALGÚN ASILO

-QUE ES COMO UNA ANTESALA DE LA MUERTE

DONDE LA GENTE ES VIEJA O ESTÁ LOCA-.

CORTÓ LAS FIBRAS ÚLTIMAS DEL HILO

Y PARA SIEMPRE, SE LIMPIÓ LA BOCA.


EL TIEMPO BORRÓ TODO. DIJO STRESS.

DIJO CONFORT, DUPLEX… DIJO FAX.

TRASTOCÓ LA POBREZA. HIZO MISERIA.

RESERVÓ FANTASIA PARA EL CHAT,

Y CONDENÓ NIÑEZ AL CELULOIDE…

OJALA TODAVIA ALGUIEN RECUERDE

QUE LA VIDA ERA BUENA EN LA VEREDA…

OJALÁ TODAVÍA QUEDE ALGUNO

QUE AÑORE COMO YO EL SESENTA Y UNO….
(Como Paco, como La Loca Juana y La Loca María, como Cacheta, como El Mono Titi, Los Hermanos Ran llenaron de misterio mi infancia tandilera)

domingo, 31 de enero de 2010

Ema y yo, a caballo, en Cerro Leones. ¿1954?


Ema

Ema me regaló el libro “Corazón” (De los Apeninos a los Andes) de Edmundo D’Amici.
Escribió una dedicatoria para mi, en la primera hoja.. Yo tendría… cuatro o cinco años.Me sentí muy importante. A todos les mostraba la dedicatoria y decía "este libro me lo regalò Ema". Hoy, como ya no tiene tapas, no es fácil encontrarlo entre los otros libros. Pero está. No me lo olvido.
Ema tenía un teléfono negro, con ruedita de marcar, en los tiempos en los que no cualquiera tenía un teléfono y menos si era pobre. No se llamaba a nadie por cualquier cosa. Tenìa que haber un motivo urgente que justificara el llamado.
El teléfono estaba en un altar, en la mesa de luz, de madera, al lado de un velador que era una pájaro de bronce con las alas extendidas.  Yo me sentaba en la cama de Ema y volaba con las alas del pájaro mientras ella se quitaba el uniforme y se ponìa el batòn de las flores.
La mesa tenía un cajón donde Ema guardaba frascos con perfume, algunas jeringas y también los cigarrillos. Fumaba mucho y estaba mal visto. Las mujeres eran putas si fumaban. No me costaba nada compartir con ella el secreto del escondite.
Ema me prestaba el teléfono del altar cuando mi mamá me daba una cachetada o me dejaba a su cuidado, porque era vecina nuestra en el inquilinato. "¿Vino Ema? ¡Què raro que no aparezca Ema!Cuando venga Ema, le voy a preguntar si sabe".  Eran frases cotidianas de mamá. Y mi tía replicaba, casi siempre: " ¡Yo no me explico cómo tratan a esa mujer...!" Esa mujer era Ema, con su batòn de flores y sus aromas extraños de sahumerio impregnados en la piel. Pero como mamà no le hacìa caso a la tìa, yo tampoco.
Ema me prestaba el teléfono, que no era cosa de chicos con pantalòn corto. Y me dejaba solo en su cuarto que, inmediatamente, se llenaba de misterios. Entonces,  yo entraba en una especie de vértigo, de ceremonia secreta y, si me animaba, marcaba un número completo, conteniendo la respiración, y temblaba hasta escuchar la voz del otro lado. Enseguida abandonaba el tubo junto al pájaro, como a una brasa caliente. Era como tener acceso al pecado y no saber què hacer. Me excitaba.
Ema hacía milanesas al horno como nadie y venìa a buscarme para comerlas en su cocina, generalmente en los momentos de tembladeral familiar. Yo sabìa que algo estaba pasando en mi casa, pero  tocaba el cielo con las manos en casa de Ema.
Cuando se me rompía la botella de leche que iba a comprar al mercado o perdía los vueltos de los mandados y no me animaba a volver, Ema salìa al largo pasillo del inquilinato para socorrerme.Si no era antes, era después del coscorrón. Pero Ema me socorría. Hacía barquitos de papel para que yo los viera navegar, entre làgrimas,  en la gran pileta de su patio. También armaba alborotos al medir mi altura en el marco de alguna puerta y festejar cuánto había yo crecido desde la última vez, con grandes ademanes que movilizaban todas las flores de su batòn.
Ema trabajaba como enfermera en el Hospital Ramos Mejía. Y, quizá por competir con mi tía que me hacía cantar en el comedor de los hoteles en los que vivía, como proletaria itinerante que era, Ema me llevaba a festivales en los que siempre yo ganaba premios: granjas de cartón para armar, ejércitos completos de soldaditos de plomo, libros de cuentos ilustrados…Regresábamos triunfantes con los regalos al inquilinato. Pero teníamos que festejar solos; en realidad, no nos daban mucha bolilla porque nos envidiaban la alegría. Entonces, Ema le pedía permiso a mamá y celebrábamos los triunfos en la lechería de la cuadra con vasos de leche y vainillas.( Y…si, por ese entonces, Ema tendría sus cincuenta y pico).
Si bien, como te cuento, Ema se jugaba por mi, yo me jugaba por ella. Ema tenía muchos problemas con doña Justa. Doña Justa transitò su vida en una cama perfumada, durante el tiempo que la vi vivir. Yo la saludaba con la mano desde la puerta de su habitación y parecía dulcificarse. Una vez, un dìa especial, me peinò el flequillo largo rato, mientras Ema consentía. Pero, con Ema, era implacable. Nunca supe lo que le decía porque murmuraba en vez de hablar. Y debía murmurar cosas tremendas porque Ema lloraba y lloraba, se le enrojecían los ojos e hipaba como yo, cuando mamà me cascaba. No había barquito en la pileta que la consolara. Pero yo me quedaba a su lado, pegado a las flores de su batòn, hasta que volvìa a sonreír y las flores se convertían en mariposas que invadìan el patio.
Según los inquilinos, Ema era pichicatera, palabra que entendí mucho después. En esos años, yo relacionaba la cosa con algo pornográfico. Decían que Ema se pichicateaba en el pasillo antes de entrar al departamento y que Ema era la cruz de doña Justa. La palabra cruz, también me resultaba pornográfica. La pichicata y la cruz no tenían relación con los mágicos barquitos de papel, el teléfono negro o las milanesas al horno. Quizá por eso, mi tìa decía "esa mujer" al referirse a Ema. Pero no podía ser. No era verdad lo que decìan. Que se fueran todos a la mierda.
Ema compartía las reuniones familiares. Ella llegaba y cambiaba las tensiones del ambiente. Y todos los que estaban se ponían a conversar. Cuando Ema se iba, mamá, con disimulo, le pasaba un trapo a la silla. Porque decían, también, que entre todas las cosas que no tenía, Ema tenía incontinencia vaginal, o algo así, qué sé yo. No era importante. Y también me resultaba pornográfico. Y de esas cosas yo todavía no entendía. Era como lo que pasaba con el teléfono: no era para chicos. Por suerte, una vez, Ema se dio cuenta de lo que hacía mamá y siempre, siempre, antes de irse de la reunión, ella misma le pasaba el trapo a su silla. Se convirtió en un rito. Y la cuestión no debía ser para tanto. Que se fueran todos a la mierda.
Lo cierto es que, a veces, Ema compartìa las reuniones familiares. Ella llegaba y disipaba las tensiones del ambiente. Y todos los que estaban se ponían a conversar, animados por su risa contagiosa y los relatos de sus experiencias en el hospital. En unas vacaciones, vino con nosotros a Tandil y anduve a caballo con Ema por Cerro Leones. Conservo una foto de los dos sobre el caballo y el recuerdo de una mujer feliz que me apretaba contra su pecho.
Un día o una noche, no sé, no me acuerdo, Ema vino a buscarme desesperada. "Prestemeló", decía, "préstemelo". Y mi mamá me prestó, con un movimiento de cabeza, sin palabras, como esos que se usan ante lo irreparable. ¿Qué pasaba? ¿Qué pasaba, Ema, qué pasaba? Con su melena larga y gris, sus murmuraciones ininteligibles, en la misma cama de la que solía escaparse en bastón, impulsándose en sus propios improperios, doña Justa, toda chiquita, toda quieta, toda adusta, se estaba muriendo. Ema me pidiò que me acercara a la cama y le diera un beso. Obedecí, porque me subyugaba el perfume de aquellas sábanas y la sencilla ceremonia de despedida. Doña Justa se murió casi enseguida y yo, sin ninguna culpa, pensé que, con mi beso en la mejilla, la había hecho pasar a mejor vida. O sea que, esa fue la primera vez que escuché nombrar a la muerte. Y a mi lado estaba Ema, mi amiga, la pichicatera, el hada del teléfono negro.
Cuando todos pronosticaban una hecatombe, (“porque esa mujer se va a echar al abandono sin la madre”, decían los inquilinos), Ema empezó a recibir una visita que no me causaba ninguna gracia. De sombrero aludo con cinta negra, enfundado en un traje con corbata, de tarde en tarde, en el largo pasillo del inquilinato, aparecía don Alejandro. Me dedicaba una sonrisa, me guiñaba un ojo. Yo permanecía inmóvil, huraño, con la respiración cortada, como cuando jugaba con el teléfono. “No puede ser, no puede ser”, gritaban los fantasmas del conventillo. Pero era. Fue. Ahora pienso que el hombre no había aparecido en la vida de Ema de la noche a la mañana y que doña Justa se interponía con todas sus fuerzas a esa amistad de su hija.
Empecé a ir a la escuela Rufino Sanchez y los fines de semana mi tía me llevaba a Sarandí. Poco a poco, sin darme cuenta, el paraíso de  Sarandí reemplazó al paraíso de la casa de Ema y Don Alejandro fue lo último que supe de ella. Y bueno, después… los años y la vida. Pero volvì por Ema, allà, en 1974.  La mujer que vivía en su casa hizo memoria y me dijo: “Pero no… murió hace mucho”. No atinè a pedirle que me permitiera ver la pileta de los barquitos de papel para atenuar un poco, al menos, la impiadosa soledad de Buenos Aires. Recorrì el viejo pasillo hasta la calle y Ema corrìa delante de mi, con su batòn de flores y su almidonado gorrito de enfermera en la cabeza y me decía: "Perdoname que no estè, nadie es perfecto. Y gracias por quererme como soy. Y todavía".

viernes, 29 de enero de 2010

No quise disfrazarme. No es mi fuerte.
En la percha colgada la coraza
rechina con su risa monocorde.
Se burla, el armatoste, de mi cara.

Apago el velador. A oscuras lloro.
Pronto veo a través de la ventana
la luna, que no me deja solo
y estira sus reflejos en mi cama.

¡Es tanto verso suelto mal leído!
¡Es la pena de ver lo que ha quedado!
¡Es tanta irrealidad hacia el olvido!

¡Es todo el fin del mundo entre las mantas
y a la luz de la luna, en este cuarto...!
Boca abajo me duermo hasta mañana.

Dolor

voy sonámbulo
solo
sorprendido
me apuran las bocinas
palidezco
se hunde todo
me voy
hacia un abismo
que ni siquiera tiene
profundidad.

Costumbre

De tanto en tanto
hablamos por teléfono
sin tener más nada que decirnos,
con el hastío en la voz y la desgana
que siempre aborrecimos.

Es un vicio periódico. Nos sirve
para poner de pie algún recuerdo...
Detrás del rito amable de palabras
acecha un odio intenso.
Es un lobo feroz que hemos atado
a la cadena del perro.

¿Y si suena el teléfono
y lo suelto...?

jueves, 28 de enero de 2010



De tanto que me has mirado

no me ves más.

De tanto que me has oído

ya nunca escuchas.

De tanto que me has amado

no sabes que me olvidaste.


¿Y yo que puedo hacer

sino lo mismo ?

miércoles, 27 de enero de 2010

Madurez

Ya estoy en esa edad donde se empieza
a conversar del tiempo con los mozos.
Ahora evito arrugar el entrecejo
y si miro a la gente es a los ojos.

Y voy de par en par, es conveniente,
a fojas cero, a punto y a distancia;
con la carrera perdida pero hecha,
modesto, sin tocar la extravagancia.

Al orgullo, al desgano...los depuse.
Invento una alegría y la sostengo.
Salto de amor a amor, limpio y tranquilo.

Voy caminando en paz. Tiré las cruces.
Me quedo para estar, propio y ajeno,
de mi mismo hacedor. También testigo.

juego social

Me encierran en cuadraditos,
entre café y direcciones
y creen, a pie juntillas,
que no me saldré nunca
de sus casillas.

Yo soy diverso; no puedo
mantenerme en sus cabales.
Estoy un rato y escapo.
Les desconcierto el empeño.
Hago y deshago conmigo
y vuelvo para encontrarlos
aburridos
aburridos...

En sus listas prolijitas
suelen testarme con tildes
que se parecen a espadas.
No importa.
Yo llevo golpes de puño
en la mirada.

similitud


viejas escobas

en techos de chapa

claman por brujas

apolilladas.


viejas escobas

raspan y raspan

un alba de gatos sueltos

que las despajan.


fantasmas de las que han sido

barredoras de hojarasca

sobre ellas sólo humea

un vapor de luna blanca

o de sol calienta- ratas.


son estacas de un vampiro

que perdió su madrugada.

nadie ha podido, en la casa,

de un golpe,

guillotinarlas...


secas y magras escobas

que ya no nos sirven más.

se parecen a mis sueños...

raspan igual.




Mafalda y yo, allá lejos, lejos... cuando no se pensaba que la vida era la vida, ni se sabía por qué, y se estaba nomás en el asombro y el aprendizaje de esto que ahora somos y no pudimos evitar.

domingo, 17 de enero de 2010

La primera amiga.

El jueves, 30 de julio de 2009 a las 23:59 Editar nota Eliminar

"Queda tan lejos volverse a ver en el espejo de la niñez...!" M.E.W.

Uuuuuhhhhh...jugábamos en la vereda de mi vieja casa, allá en la Avenida Independencia al 3036, en Buenos Aires. Era una casa enorme de departamentos antiguos, llena de gente. Con el tiempo, se convirtió en una especie de aguantadero de personas que se drogaban o robaban o invadían.Llegué a ver esa casa en un noticiero de canal 9 antes de que la derrumbaran... Actualmente, en el terreno, construyeron una empresa que vende coches.
Pero lo que yo quería decir es que ella, mi primera amiga, se llamaba Mafalda. Vivía con don Pedro, su papá, al fondo de un largo, largo, pasillo.Don Pedro trabajaba de acomodador de cine, cuando había muchos, muchos cines. Y nos regalaba entradas mágicas para que nos metiéramos en otros mundos. Creo que yo le envidiaba dos cosas a mi amiga: el gran patio en el centro de las habitaciones y... sobre todo, el papá. Gracias a don Pedro, a los cinco años fui al teatro por primera vez, a ver a una actriz que se llamaba Delia Garcés, cuando había muchas, muchas actrices y las chicas que mostraban el culo y la pavotez trabajaban en otra parte. Desde que vi a Delia Garcés interpretando a Anastasia, no dejé de disfrutar del teatro.
Pero lo que yo quería decir es que ella, mi primera amiga que se llamaba Mafalda, tenía leves y extraños problemas de conducta. No sé por qué, la dejaban jugar sólo conmigo. Conmigo no gritaba, no lloraba, no pataleaba. Sin duda, nos entendíamos, a pesar de lo complicada que me parecía una relación tan llena de misterio. No. Después de esos primeros años, nunca más la vi. Pero es como si su sombra me hubiese perseguido hasta acá, porque todas mis amigas son bastante....Mafalda. Y es por eso que me gustaría saber si es que uno elige y se mete en los vínculos por una cuestión de formación o deformación, o si es una cuestión de karma. ¡Por supuesto que no me quejo!¡Nunca me aburro con mis amigas, gracias a don Pedro y a Mafalda! Pero lo que yo quería decir es que ella, fue mi primera amiga. Y la he buscado en distintos tiempos. Y no la olvido aunque no la vea nunca más. Y dos por tres me acuerdo de ella y llueve. alberto tiso

Y bueno
puede ser
digamos : hola.
Que la vida se encargue
del abrazo,
la traición,
la bofetada.
Y no nos exijamos
sobre todo.
Porque ni vos
ni yo
tenemos ganas.
apagá la luz
hacé mentiras
llename el vaso de caña
y por los ojos devolveme
esta pena mansa
que me oxida
sin ella me da igual
hacé mentiras...