martes, 7 de septiembre de 2010

ah...yo no sé

No te voy a decir
que no me gustaría...
Sería lindo
tal vez
antes de irse...
Constante pensamiento
que nunca se concreta...
y nosotros pasamos en el tiempo
y el tiempo...vuela.
Quizá estas cosas
debieran ser recíprocas
para darse por fin
sin tanta espera.
No te voy a decir
que no me gustaría
pero si no fue hasta hoy
no creo que suceda.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Confesión y consejo.

No soy egoísta. A todo el mundo le aconsejo que busque puchuchulis. Por donde sea y todo el tiempo del que se disponga para encontrar. No se van a arrepentir. O no sé, bah, por ahí...si. ¿Dependerá de cómo uno es o del puchuchuli que uno encuentre?
Los puchuchulis son sorpresivos, aparecen cuando uno menos los espera, saltan desde cualquier lugar a nuestro destino.
Los puchuchulis se gestan a sí mismos y andan en las sombras, quizás en las cunetas o en los sótanos. Siempre en las orillas de las orillas, me imagino, pero atentos a lo que ocurre acá,
porque sólo acá pueden contactarse. Claro, usted se preguntará si los puchuchulis son como las cucarachas, como las arañas, como las mariquitas... No. No. Ni tampoco como los tréboles de cuatro hojas. No. Los puchuchulis no tienen nada que ver con los insectos o los milagros o los golpes de la fortuna. La suerte sigue corriendo por nuestra cuenta, con o sin puchuchuli. Pero lo bueno de los puchuchulis es que a pesar del placer por las sombras, no le hacen asco al sol, ni al aire ni a la risa. Y es precisamente en la risa donde desarrollan su principal virtud anómala.
Los puchuchulis te dejan ser, te dejan casarte, tener hijos, dar vueltas a la noria, hablar de sexo, de injusticias y quebrantos. No hay problema con ellos. No son celosos ni juzgan. Asienten. Comprenden. Se hacen parte de uno, pero podés dejarlos en su rincón cuando te cansan con sus salamerías o querés irte a una caminata solitaria.
Eso si, hay que alimentarlos: les gusta mirar, que los miren a los ojos, que los despeinen. Yo creo que así renuevan sus energías. ¡Ay, si se pudiera, los puchuchulis vivirían como una mochila sin peso, como los perezosos, abrazados al tronco de las personas! Pero ellos saben que eso no puede ser, que cada uno tiene sus obligaciones. Por eso, muchas veces, con mi puchuchuli nos llamamos por teléfono y ya está: le cuento, me cuenta y ...santas pascuas, hasta que junto ganas de verlo y se hace presente y puchuchuliamos la ternura puchuchula.
Cuando lo encontré, en una vereda cualquiera, le dije a mi marido: Uy... mirá... me parece que es un puchuchuli. Y mi marido me dijo: Levantalo, boluda, mirá cómo te mira. Y yo lo levanté y le dije:¡Ay, puchuchuli, no te puedo creer que seas tan puchuchuli...! Y el puchuchuli se despeinó con mis manos y me dijo: Yo no soy un puchuchuli che, vení, volá, sentí. Porque claro, los puchuchuli son los primeros en ignorar lo que son. No se dan por aludidos. Son puchuchulis.
Pero el caso es que, desde ese día, me divierto más me parece. Y aunque me preocupa todo lo que pulula en estos tiempos sobre la estética , el bienestar , los años que pasan, los hijos de puta y la crueldad de los hijos, me río hasta de mi misma con mi puchuchuli personal, que es mucho más piola que un celular. ¿Eh? Si, claro, me deprimo como de costumbre, pero tengo quien me escucha, quien me mira a los ojos, quien frena mis ímpetus salvajes.
Mi marido llegó a pensar que ahora voy a dejar la terapia. No. Ni se me ocurre. Al contrario. A menudo hablo en ella de mi puchuchuli para aprender cómo cuidarlo, porque todos los seres corremos peligro y para los puchuchulis como para mi, no hay nada peor que la agresión y el olvido. Parece que, en esos casos, ellos se caen para atrás, de espaldas, y empiezan a patalear como las vaquitas de San Antonio pero más indefensos, sin caparazón. Y patalean y patalean hasta convertirse en hombres comunes y corrientes y quién sabe cuándo vuelven a ser puchuchulis...y dios me libre y me guarde.
Mi puchuchuli no es virgen. Creo que vírgenes no existen. Cuanto más han vivido, mejor son.
Pero no quiero alardear con todo ésto. No es cuestión de decir: yo tengo mi puchuchuli y los demás que se jodan con sus banalidades. Y tampoco es cuestión de decir: ya está. ¿quién me toca el culoentierra ahora que tengo mi puchuchuli? No. No. Las cosas como son. No hay que tirar manteca al techo. Tener puchuchuli tiene sus problemas también.
Por ejemplo, para hacerme enojar mi marido me dice: Andá... si tu puchuchuli es un boludo bárbaro, tiene dos o tres temas y no lo sacás de ahí; no le interesa el país, la economía, la política... Se hace el universal el boludo, se hace.
Tenés razón, le digo yo, pero me mira.
¡Ay, si, dice mi marido, te mira! ¡te mira! ¡Yo también te miro! Y a veces no necesito ni mirarte. Y yo te aguanto y te mantengo, qué te creés....
Sos vulgar y prosaico, le digo yo, y entonces él me amenaza con que me va a pisar el puchuchuli. Te lo voy a hacer mierda, te lo voy a hacer..., me dice.
Pero estoy segura de que no se va a animar, porque fue él quien me dijo que lo levantase de la vereda y porque... aunque jamás lo va a aceptar, él se parece bastante a mi puchuchuli. Hasta sospecho que alguna vez se quedó patas para arriba pataleando, pataleando, hasta convertirse en el que hoy es.
Y bueno che, le digo para terminar la discusión, un puchuchuli de vez en cuando no le hace mal a nadie.
Y digo bien porque... nada màs andrógino que un puchuchuli. Es como tener un humster que habla, un lorito pintoresco, una mascota para mostrar. Pero más. Pero mejor. Porque el alma de los puchuchuli se mezcla con la nuestra y ahí nos vamos al carajo.
Por eso, si usted va a buscar, y encuentra y quiere tener puchuchuli para rato, le aconsejo que no se descuide: los puchuchulis no están libres de los vaivenes de la vida y tienen pasado. Vírgenes me parece que no hay. Generalmente han sido muchas veces puchuchulis de alguien y hay que tomarlos como son, como están, ni más ni menos, y guiarlos, en lo posible, como a chicos. Porque... como constante pensadora que soy, intuyo que los puchuchulis mueren aplastados por un triste recuerdo en el momento menos pensado. Y eso me aterra.