Vámonos, que terminó.
Ya sé que hace frío,
que las manos no encuentran cobijo,
que los solos que podrían ayudarnos
están más solos que nosotros.
Pero ya terminó.
Y es un invierno cruel y desafiante
con caminos para abrir en monte áspero,
tiritando. Tiritando, claro.
De lágrimas congeladas en la cara
y mudez sin sonrisa ni consuelo.
Pero es así. Ha terminado y punto.
El último milagro apagó la luz sin avisarnos.
Habrá que irse con toda dignidad
pisando escarcha.
Como se pueda. Lejos.
Y así nomás, sin lo que nos quitaron,
sin saco y sin reservas
y, sobre todo, sin miedo.
lunes, 6 de julio de 2015
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