lunes, 6 de julio de 2015

Vámonos, que terminó.
Ya sé que hace frío,
que las manos no encuentran cobijo,
que los solos que podrían ayudarnos
están más solos que nosotros.
Pero ya terminó.
Y es un invierno cruel y desafiante
con caminos para abrir en monte áspero,
tiritando. Tiritando, claro.
De lágrimas congeladas en la cara
y mudez sin sonrisa ni consuelo.
Pero es así. Ha terminado y punto.
El último milagro apagó la luz sin avisarnos.
Habrá que irse con toda dignidad
pisando escarcha.
Como se pueda. Lejos.
Y así nomás, sin lo que nos quitaron,
sin saco y sin reservas
y, sobre todo, sin miedo.