lunes, 10 de mayo de 2010

JUAN (2) ¡Ah..no vuelvo más a provincias...!

Allá por sus años floridos, fiel a la frase de Vinicius: "La vida, amigos, es el arte del encuentro" y a la de su propia madre: "Comanda ti de ti", Juan era ferviente admirador de las actrices de la época. Sobre todo de Mecha Ortiz, que atravesó un largo rato de gloria en el cine argentino y, alguna vez, en el fulgor de esa estela, recaló en el desaparecido Cine Avenida de Tandil. La actriz vino a representar una obra de la que sólo sé que su personaje se llamaba "Ängeles" porque Juan solía repetirme una escena en la que ella, furiosa con su amante que la requería llamándola (¡Angeles!¡Angeles!), decía grandilocuentemente: "¡No me angelees más...!".

Esa noche teatral, llena de emociones para Juan, finalizada la función, él decidió esperar a la diva del teléfono blanco. El escaso público abandonó la sala y ... si te he visto no me acuerdo.
Era una noche tormentosa, de lluvia, viento y relàmpagos, y la calle estaba desierta a esa hora y en esos tiempos, en que Tandil era oscuro y fantasmal. No obstante, Juan continuó vibrando a solas en el hall del cine hasta que pudo ver a la diva de cerca y hablarle. En tanto, nadie podía conseguir un coche que la trasladara hasta el también desaparecido Hotel Continental, de la calle Belgrano, donde supieron alojarse Lolita Torres, Virginia Luque y alguna otra conocida figura. "Ni un miserable taxi para llevarla", me contaba Juan. Mecha Ortiz estaba molesta por tanta desprotección pero, desde las sombras y la copiosa lluvia, apareció un señor camionero que ofreció su vehículo para salvar el momento. La actriz aceptó y trepó al alto peldaño que la elevaba hasta la cabina del camión. Contaba Juan que, con un pie en el aire y el otro no, cubierta por su piloto de agua, ya montada en el armatoste que la llevaría al hotel, la mujer echó la cabeza hacia atrás y, en un gesto que demostraba toda su indignación y que acompañó con un largo suspiro inicial, dijo: "¡ Ah....no vuelvo más a provincias...!".

Ante cada dificultad cotidiana, ante cada cosa que no sale como uno esperaba, por ejemplo, hacer un churrasco y que la casa se llene de humo, enhebrar una aguja y perderla, pisar un charco que no vimos en la vereda, etc, etc, con Juan decíamos: "¡Ah... no vuelvo más a provincias...!" Y nos reíamos mucho, claro, juntos, como yo me río ahora, solo, claro...

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