miércoles, 21 de noviembre de 2012

Fantasma personal




Hace frío, pero "en las casas que no tienen libros, hace más frío". Corro las cortinas para ver las calles desiertas y pienso: "afuera llora la ciudad / tanta soledad". Crepita un leño en la estufa.
- Acá vamos a estar mejor. Aparecete...- le digo.
- "Si me arrimo no me animo"- dice.
Me siento y entrecierro los ojos. Ahí está. Ya la veo. Lleva una camisa blanca suelta, y un pantalón  claro y una cadenita de oro, con medalla rectangular. Apoya una mano en la baranda de la escalera que termina de ascender y otra mano en la cintura. No tiene que hacer ningún esfuerzo para estar de pie y eso me reconforta.
Inmediatamente, para animarla, canto: "Porque me duele si me quedo / pero me muero si me voy..."
Mira atenta mi facha con sus ojos juiciosos y una sonrisa incrédula, casi imperceptible. Duda.
- Vení, acercate al fuego que no muerdo, "pasa, buenas noches, estudiemos/ contrariedades,es mejor a dúo/ llorarse y poner gritos en el cielo"- insisto.
- Bueno - dice - Qué se le va a hacer... Si te ponés a imaginar, imaginame cerca. ¡Tenés "tanta necesidad amontonada..."!
- Si...¡y no sabés de la que te salvaste!-aventuro- ¡un invierno muy crudo, che! Los políticos fingen saber lo que dicen y se les nota toda la impotencia que ocultan. La violencia se instaló en los que delinquen por vicio adquirido o irrespetuosidad. Te roban, pero también te matan. En algunas escuelas los chicos atacan a los maestros. Muchos maestros pierden la vocación. Los libros se venden en los supermercados y parecen de plástico. La tele no consuela: convida con miedo todo el tiempo y quiere entretener con vulgaridad y mamarrachos. "Todos gritan, aceleran, y parece que tuvieran refucilos en el mate".
- Ivo Pelay...- murmura ella.
No abro los ojos. La juglaresa se instala en un sillón, por fin. Suspira como una niñera resignada cuando el chico se sale con la suya y apela a toda su paciencia, que no es mucha.
- La gente anda malhumorada, insatisfecha. No hay tiempo de reflexión, porque entristece. Y, si hay tiempo, no hay ganas... Como decías vos, camina en "una especie de ceguera generalizada".- digo.
- "En mis tiempos habia tiempo. No se habia inventado todavia el maleficio de la prisa". En fin... sin novedad en el frente...- me dice.
-"La gente anda tristísima , solísima.../ Dios debe haber sufrido mucho aqui"- recito.
- Eso es de mi amigo Horacio Armani - dice.
Me concentro en su figura. La veo tan igual que antes, cuando estaba, tan calma en apariencia y tan sabia, que me parece una falta de respeto de mi parte este coraje de haberla llamado.
- Perdoname por hacerte venir, pero senti un impulso irrefrenable - digo -. Ahora que sos fantasma, me animé.
- Estoy acostumbrada a que me nombres. "Las anomalías suelen atraerse"- responde.
- Sé que tenés más trabajo que nunca, que todos te reclaman - confieso.
- Me invocan, digamos. Les agarra nostalgia ahora que no estoy. Antes los asustaba un poco. De todos modos, es más fácil asi, sin bastón.
- Eso te pasa por ser argentina. Somos nostálgicos y necrológicos. Vos misma decías por ahí que somos gentes agujereadas, personajes  de cuadro surrealista.
- Ya me olvidé . Soy fantasma. Pero citando a Raúl Gustavo Aguirre, podríamos resumir con "cunde la indignación entre los perros". "A los privilegiados, cultos o ignorantes, no les interesa el progreso espiritual de nuestro pais. Progreso significa, para unos, rascacielos, agobio de nylon, importación de coches. Y en cuanto a otros, cuando les interesa la cultura, van a buscarla a Europa, porque aquí no hay".
- Ja, ja - me río - Eso lo dijiste en 1956.
- Por eso. No hay novedad en el frente- dice.
Su voz suena cálida, sin altibajos. Se acomoda el flequillo para un costado de la frente y detiene las manos sobre la falda, en actitud de espera.
- En fin...¿qué pretende usted de mi? - pregunta imitando el estilo de Coca Sarli que, por supuesto, "no le sale".
Me río con ganas. Es una actitud inesperada en María Elena. O no tanto.
- Nada, nada - le explico - Has sido mi compañera de camino y, cuando las cosas se ponen difíciles, te busco por todos los versos y me acuerdo de tus muecas. Sos mi consuelo.
- Si, si. Veo que escribis mis pensamientos en las paredes: "el que vive por las cornisas/ temprano aprende a temblar", "los otoños son unos criminales", "un amigo nuevo no es lo mismo, Pepe/ nos quiere por la mitad"- lee.
- ¡Uh, si...! ¡y tantos más! - me entusiasmo-. "Es mejor que comas tierra y no que te coman crudo", "no es lo mismo ser profundo que haberse venido abajo", "tanto cambió todo que el sol de la infancia, de golpe y porrazo, se nos alunó"... Es mágica esa manera tuya de decir cosas para siempre, con pobrecitas palabras de todos los dias.
- Gracias..."pero vacilo porque me parece que es la poesía quien lo escribe a uno"- concreta.
- Pienso en todo lo que has hecho y no me gusta que te hayas ido - digo.
- Ya.. - se burla - ¡Me perdí de disfrutar a los guachiturros! ¿No estarás influenciado por Jairo, que dice que la nostalgia es un ramito de hollín? Si querías escucharme, podrías haber puesto un disco en el equipo y chau pinela. Ahí tenés "una multitudinaria botonera, controles remotos, teclados, consolas, telefonitos para enanos, camaritas multifunción..." ¿Qué es eso de molestarla a una "que no dice nada, que desde su abuela que está callada"?-pregunta.
- Ja. Ja. Vos no te callaste mucho - digo - y, además, bien vale que estemos un rato juntos. Sos "un museo de recuerdos preciosos..."
-".... y un cementerio de comedora de lotos, mi vida está llena de humo"- agrega.
-  Por suerte te acordás de algunas cosas que decias cuando eras persona. No olvidaste todo.
- Sucede que los fantasmas somos desestructurados y algo mentirosos. ¿Qué se puede esperar de los que subsisten gracias a los demás? - dice María Elena.
- Bueno, "juguemos en el mundo mientras el diablo no está"- le pido.
- Juguemos. Pero soy fantasma. Y los fantasmas jugamos lo que los otros quieren. Vivos o muertos, siempre somos rehenes de los demás.- dice.
- ¿Sabés? Yo desconocía tus paseos por el Parque Las Heras porque..., de haberlo sabido antes, ahí me hubieses tenido, más insistidor que Juan Poquito.
- ¡Menos mal que no te enteraste a tiempo!- dice.
- Me hubiese gustado hacerme amigo de Mario, de Ombretta, de la Negra... no sé... haber formado parte de ese grupo...No creo que me hubieran aceptado pero... sirvió: concurrí al lugar de los hechos - afirmo.
- ¿Ah si? ¿como si se tratase de un crimen? - pregunta.
- En invierno, el Parque se desluce. Los árboles están desnudos, la tierra muy mojada...Vi mucha dama con perro y con las consecuencias que eso deja en el pasto ralo...Y vi muchos aparecidos solitarios que, de pronto, no estaban más... - le cuento.
- ¿Viste la placa?- pregunta María Elena.
- Por supuesto: "En este lugar se fusiló a la Patria". La gente parece no darle importancia a esas cosas pasadas. Por suerte hablé de vos con un señor que corría y hacía gimnasia a la vez. Él me confirmó lo de la vieja Penitenciaría y me dijo que, aunque era del barrio, no te había conocido.
- Nadie es profeta en su barrio ... - dice María Elena en un suspiro.
- El tipo me dijo que te  consideraba una gran compositora.
- ¿Y qué más había en el Parque? - pregunta.
- Había unos chicos jugando con la pelota en la canchita. Vistos desde lejos, sus camisetas le ponían color al lugar. Un guía transitaba con un grupo de personas. Les explicaba cosas. Y una señora, que pedía limosna en la iglesia vecina, me señaló el bar Martínez de la zona.
- ¿Fuiste? - pregunta intrigada.
- ¡Si, señora! Anduve imaginándote por ahí... Pero los parroquianos no eran muy dados a la amabilidad y la chica que me atendió era paraguaya, con pocos meses de permanencia en el puesto. Nadie supo decirme de vos.
- ¡Pero! Tendrías que haberme llamado. Si no me llaman, no aparezco. Y menos, ahora.
María Elena sonríe y me pide un cigarrillo. Como abro los ojos para buscarlo, no está. Supongo que fumamos los dos. Cierro los ojos y... si, fumamos los dos.
- "En las clínicas, hasta hace pocos años, los médicos iban fumando a ver al enfermo o encendían un cigarrillo mientras lo revisaban.  Pensar que ahora son los cruzados de la salud, mezcla de terroristas con cuáqueros, y descubren diariamente una nueva consecuencia mortífera del vicio..." "Me gustan las marquillas, como todo lo que es de papel y cartulina, de colores brillantes y forradas de plateado, prolijo y bien terminado"- dice ella, entre volutas de humo.
- ¿Tendré poderes para verte tan nítidamente acá? - pregunto.
- Lo que ves es obra de tu esfuerzo. No me lo endilgues a mi. Ya bastante hice- aclara.
- Te libero de culpa y cargo y me entusiasma que hayas sido ciudadana del mundo, que hayas compartido historia con tanto personaje glorioso...- digo.
Ella sonríe con beatitud. Lanza el humo por la nariz.
- ¡Qué se le va a hacer...! "Es eso lo que llaman otoño de la vida: coronar suavemente el espejo con fotografías..." Gajes del oficio, que no sirvieron más que para llenarme de fantasmas. "Uno hace lo que puede con sus muertos, pero siempre pesa cargar con fantasmas, nos pasamos la vida buscando dónde ponerlos". Así y todo, con tanta gloria,  en el Parque, yo era una abuela casi molesta para la muchachada
- dice.
Me quedo mirándola y la imagen resiste. Pienso en Angel Bonomini, en el libro "Baladas con ángel" de 1951, en Juan Ramón Jiménez, en Leda Valladares y París, en Julio Cortázar, en Pepe Fernández, con quien supo recorrer Buenos Aires en bicicleta...
- ¡Aflojá... fan de fantasma ! - me dice, adivinando mis pensamientos-. No pretendas que haga un streep tease del alma... "Hace tiempo que tengo ganas/ de decirselo a mucha gente:/ sepan que callo de certeza/y que fallezco de obediente/ y que no tengo la  menor idea / y que me desespero para siempre/".
- ¿Sabés? - pregunto para salir del paso y alegrarla- Me gustó el libro de Ilse Luraschi y Kay Sibbald sobre toda tu obra literaria. Y Sergio Pujol escribió tu mejor biografía.
- No me digas...¿si?. Creía que lo último fue el libro de Sara - se interesa.
- Convengamos  que... la gente, en general, no te conoce más allá de Manuelita o La cigarra.
- ¿No? - reacciona- . Y bueno. A la gente,  en general, le alcanza con suponer. Pero no importa. Fui muy famosa a partir de 1968. Acordate de lo que fue aquello sobre los ejecutivos y de la "Serenata para la tierra de uno"- dice.
- Si - asiento-. Yo prefería "El 45", "Taximetrero de Buenos Aires","Gilito del Barrio Norte", "La Juana"... y aquella balada para la ciudad donde "en un cenicero cabe una catástrofe y por ejemplo un peine, representa cárcel".
- ¡Uy, mis tanguitos! ¿No me vas a nombrar todos, no es cierto? No seas pelmazo. Ya no estoy para esos trotes. Soy fantasma. ¿Por qué no abrís los ojos y acabamos de una vez?- me sugiere.
No le hago caso y canto: "Con sus mármoles y sus bronces/ parecía la Chacarita..." Alimento el fuego y me siento a su lado. Sigo mirándola con los párpados entornados. Le aproximo una manta que ella extiende sobre sus piernas. Su impactante sobriedad permanece intacta. Ha sabido mantenerla a cualquier precio. Entonces, aprovecho y le recuerdo que una vez la vi almorzando con Mirtha Legrand y que Mirtha insistía en colocarle una flor enorme sobre su vestido oscuro.
- Acepté a regañadientes ..- me dice.
- Pero al volver del corte televisivo, la enorme flor yacía sobre la mesa.
Nos reímos y Maria Elena completa la idea:
- "Y yo como siempre, perpleja" - ríe - Era una cosa descomunal, ridícula... No podía quedarme con eso encima.
- Ja, ja  - digo- Yo sabía que esa flor iba a terminar mal....
Caemos en el lugar común de que cada uno es como es, y de que a cada uno le gusta lo que le gusta y coquetea como puede. Me confía que sólo Sara Fazio ha sabido retratarla beneficiando su aspecto, que ella tan fea e insípida no era.
Reímos mucho y nos tomamos las manos. No se resiste porque es fantasma y los fantasmas están tan indefensos como uno.
- Pronto te libero de mi, María Elena - le digo.
- Está bien - acepta- . Todavía tengo ganas de estar acá. O vos tenés ganas de que yo esté. "A mi me parece indecente hacer algo sin ganas".
- ¿Sabés? Conozco una señora que vive en el campo y es prima de La Negra... ¿Qué me contás?- pregunto.
- Puede ser cierto. Contame - me pide ella.
- Hubo un tiempo en que nombrarte, para la mayoría, (sobre todo en provincias, donde yo vivo), era sólo para referirse al mundo infantil. Uno tenía que "pescar", como el gato de tu canción, a la gente que te conocia más, que sabia de tus andanzas y del significado de toda tu obra. No era como ahora que hasta organizan concursos sobre María Elena Walsh.
- Je, je- se ríe, cómplice- Entiendo, si. ¡Ahora soy Gardel!
- Algo así, claro. En esos tiempos y en mi desesperación por hablar de vos, un día fui a encontrarme con Edelmira. Como te dije, ella es prima de Carmen y también del Che Guevara. Tiene una casita particular, diseñada por Córdova Iturburu, esposo de La Negra, en las cercanías del paraje Fulton. Un gran arroyo rodea la casita de amplias ventanas.
Edelmira dice que en ese arroyo canta la piedra.
- Y tu amiga Edelmira me conoció? - pregunta María Elena.
- Creo que si, allá por las juventudes ...- digo.
- En el tiempo de Maricastaña... - dice.
- Quizá por eso disfruté tanto cuando descubrí a Carmen en algunas fotos del libro de Sara o en el Parque Las Heras, acompañándote y peleando con vos. Carmen es una de tus amistades maravillosas.
- Si. Si. - confirma-. Desde Ramos Mejía. Creo que yo todavía llevaba el pelo largo.
Me pongo a cantar otra vez: "Voy a contarles lo que había/ entonces, en Ramos Mejía.../ Había olor a tía/ veredas de ladrillo con pastito/ y tras la celosía/ un viejo organillero/ con monito..."
De pronto, cantamos los dos a coro: " Y había por los caminos.../ muchísimos fideos finos..."
Hemos cantado a voz en cuello. Y en la casa de uno siempre hay alguien que piensa que uno ha enloquecido, alguien que no entiende de fantasmas y pregunta qué pasa con tanto entusiasmo que se escucha.
- Decile que estás conmigo- sugiere María Elena, divertida ante la interrupción- y te va a decir que se lo cuentes a Magoya...
Es desagradable que la realidad invada momentos como estos. Y no es tarea fácil compartir charla con un fantasma así, porque uno sabe que tiene poco para ofrecerle y, no obstante, quiere hacer un buen papel ante él.
- "Fabricando sin parar/ letrillas de arte menor/ no sos pato silbador/ y ya te sentís juglar.../ Ay, incauto cantautor / te voy a catequizar "- recita María Elena.
No. No es fácil. Porque además suelen aparecer otros fantasmas que tuvieron que ver con su historia personal: María Herminia Avellaneda, figuras del viejo y nuevo varieté, Borges, Silvina Ocampo, Bioy Casares, Neruda, Violeta Parra, Brassens, Trenet, Cortázar...,muchos más, unos antes, otros después, todos muy imprevistos e importantes en su aparición.
Me concentro. Dentro de mis ojos encuentro otra vez la mirada clara de María Elena, con su despectiva ternura, con su desdén almibarado.
- ¿Viste?- me pregunta-, la gente nos tiene miedo, pero no hay amistad más cómoda que la amistad con los fantasmas. Los fantasmas no somos exigentes porque no podemos. Es mentira que andamos envueltos en sábanas. Nos adaptamos al estado de ánimo de quienes nos invocan. Hacemos gala de una obediencia casi servil. Estamos ahí nomás, al alcance de cualquiera para alimentar cualquier pensamiento, cierto o inventado. Somos compañía barata, totalmente desinteresada. No hay que pagarnos con nada.
- Si - respondo -, lo estoy comprobando. Don Antonio Porchia decía que el que no se llena de fantasmas, se queda solo.
- Y tenía razón- concluye ella - "Los poetas siempre tienen razón, por eso no hay que hacerles caso".
Festejo la ironía y le confieso que lamento que ya no esté, que nunca más pueda sorprenderme con sus artículos  en los diarios de actualidad, que quizá con ella se haya ido una época completa en la que todavía importaba el otro, donde el disparate nos hacía reír y el respeto no era sólo una palabra.
- No sé - me dice- Yo decía mi verdad. "La verdad asusta a veces. Otras veces pincha. Y a menudo, duele. Pero de vez en cuando refresca".
Arrimo ramas al fuego. Es tarde.
- Estás muerto de frío. Preparate algo caliente y dejate de embromar -dice  mi fantasma personal.
Una luna grande, grande, se endiosa en el cielo. Vienen  a  buscarme. Ante la voz extraña, María Elena se esfuma como por arte de magia dentro de mi. Volverá en cualquier otro momento. Es una sana costumbre.







Comentario
Admirador de María Elena Walsh desde la adolescencia, he leído su obra y cuanto artículo o reportaje llegó a mis manos. Escuché sus discos y convivo con su poesía. Para este relato me inspiré en "Fantasmas en el Parque ", porque la franqueza y el humor en los finales de su vida, así como su soledad y sencillez, me mostraron la María Elena que más me gusta.
El trabajo fue presentado en Universo María Elena Walsh, un título muy pretencioso a juzgar por el desarrollo y los resultados.
Nunca intervine en concursos literarios. Sólo esta vez me animé, porque conozco mucho del tema. Pero eso a nadie le importa.
El veredicto del jurado lo ignoró por completo, cosa que todavía no sé si me ofende  o me enorgullece. Hubiera preferido, eso si, que escribieran bien mi nombre, porque me llamo alberto tiso y no alberto riso. ¿Lo habrá escrito otro? Todo puede ser en este Tandil florido.