sábado, 27 de junio de 2015

Cierta feroz nostalgia
me salva día a día
y me redime.
Me enlaza a los demás,
me reacomoda.
Cierta feroz nostalgia
de lo hecho,
de lo de por hacer,
de lo frustrado.
Cierta feroz nostalgia
me confiesa.
Porque la vida es,
al fin y al cabo,
cierta feroz nostalgia
que pasa, pasará
y habrá pasado.
Las madrugadas son imprescindibles
si el día se ensució, para lavarlo;
si el día nos colmó, para festejo...

Las madrugadas son imprescindibles
mientras se fuma el último cigarro
y mudo se conversa con el perro
que no entiende qué hacés y que se duerme.

Las madrugadas son imprescindibles
porque a veces llega dios, de alguna forma
a tocarme, a mirarme y sostenerme.
De pronto,
igual que un derrumbe,
se me vino encima
la poca alegría que pude juntar.
Un trémulo estruendo
en silencio sordo
me aplasta entre escombros
y, sin respirar,
asomo los dedos, asomo la cara,
entre la avalancha
que habré de sortear.
No me den la mano.
Se me vino encima
la poca alegría que pude juntar.