viernes, 29 de enero de 2010


Costumbre

De tanto en tanto
hablamos por teléfono
sin tener más nada que decirnos,
con el hastío en la voz y la desgana
que siempre aborrecimos.

Es un vicio periódico. Nos sirve
para poner de pie algún recuerdo...
Detrás del rito amable de palabras
acecha un odio intenso.
Es un lobo feroz que hemos atado
a la cadena del perro.

¿Y si suena el teléfono
y lo suelto...?

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