miércoles, 30 de marzo de 2011

Entre meses.

Abril se queda quieto
en la ventana con vidrio.
No sé si intenta espiar
o sabe que yo lo espío.
Pero me hago el que no,
el que estaba distraído,
el ingrato que nació
para algún mayo amarillo.
Y en mayo me haré el ausente,
el que en junio vive a ratos.
En abril... indiferente,
y por mayo...el desmayado.
Y así estoy hasta quejarme
porque me ha aplastado un año.

jueves, 24 de marzo de 2011

amar la vida

Era un hijo de puta. Pero muy hijo de puta. Había que hacer algo. Se imponía hacer algo porque si no...¿hasta dónde iban a llegar las cosas?. Por eso decidió tomar cartas en el asunto y esperar. Esperar a que llegara el momento de la explosión. Otra cosa más que se mandara el hijoderemilputas y pum, pum definitivamente y a la bolsa. Hasta ahora lo había soportado todo y no por cobardía sino que.... tanta maldad mal habida lo dejaba atónito. Y bueno, así fue. Desde ahí fue. Un día, a la tardecita, lo mató nomás. Mientras que le decía: hijodeputa, hijoderemilputas. Por supuesto, no podía creer que lo estaba matando. Sobre todo porque nunca había matado una mosca... Al contrario, cuando echaba raid en el cuarto, salía de inmediato, para no ver morir a nadie. Lo que se dice... un pelotudo, un repelotudo, unhijoderemilpelotudos. Pero basta, se acabó. Lo mató un tardecita al hijo de remilputas. Y no fue nada del otro mundo: golpes que el tipo no esperaba, heridas que se abrían como si pelara una fruta, sangre en la alfombra, en su camisa, en la cara y en las manos... sangre de víctima, terrible sangre. Y, mientras, su perplejidad al cometer el hecho: yo no soy, yo no lo hago. Y las preguntas: ¿qué estoy haciendo? ¿soy yo?¿lo estoy matando?, sumadas a la acción rápida, precisa, impetuosa de matarlo.
Bueno, después, claro, alguno había sido. Y dar con el culpable no fue difícil. Estaba ahí, en el lugar del hecho, como dicen en la novelas policiales. Se había quedado el pelotudo.Y seguía en actividad junto al cadáver sangrante. Si, en total actividad. Juntaba la sangre en un tacho con un trapo limpio, le insuflaba al muerto aire por la boca, lo removía con masajes desesperados, pujaba hasta ensuciarse los pantalones.
- Ah... - le dijo el milico-¿ ahora estás arrepentido de lo que hiciste, pelotudo ?.
- No, no- contestó él- no lo maté por matarlo, es que no veía otra solución y....lo maté para hacerlo de nuevo. Tengo que hacerlo de nuevo.