miércoles, 28 de abril de 2010

De la noche a la mañana

Los carmines y el sudor
nos van nublando la cara.
El perfume ya es hedor
y las minas están raras.
Lámparas de mostrador
se funden en madrugada.

A medialuz todavía
algunas cosas se ven,
pero no es como recién
cuando todos se reían...
Sálvese quien pueda, che,
que pronto será de día.

Las sillas con su crujir
terminan la duermevela.
Se marcha la clientela
apurada por salir,
pero se lleva en las suelas
la frustración sin dormir.

"Prohibido escupir el suelo"
-reza frase de pared-.
Hay un perrito con sed
que caza moscas al vuelo
y un curda, bizco, sin pelo,
traga el último fernet.

En el pasillo desierto,
entre dos escobas chuecas,
trajina la pobre vieja
que anoche brindó un concierto:
la casa tenía una reja
y el organillero muerto...

Ya dueño de la vidriera,
un yiro empieza su día:
un café de porquería
en un sucucho cualquiera.
Cuando yo la conocía,
no era una mina fulera.

Ahora tiene en los dos ojos
tizne de broncas pasadas,
aburridas madrugadas
donde nada fue a su antojo
y ausencia de las frazadas
que se comieron los piojos.

Suspira con sentimiento
en el silencio del bar...
-la gente empieza a pasar
con paso lento hacia el centro-
tarde para vomitar
de un saque el remordimiento.

Cambian de turno los mozos
y llegan las medialunas.
El yiro se manda una
y sale al bache y al pozo.
-¡Como vos no habrá ninguna!
-le grita el ebrio, cargoso...-.

La vieja golpea las palmas
y nos echa con la mano.
Y yo salgo como hermano
del borracho y de su alma.
- Soy borracho pero sano
-me dice- Salga con calma.

En aquel toque de queda
hasta el perrito se espanta
y hace cucha en una planta
donde el borracho se enreda.
El sol, con crueldad, avanza
y se acuesta en la vereda.

Miro un rato ese lugar...
Amasijado de bronca
un colectivo que ronca
pasa, y me quiere afeitar.
Y del yiro, ni la sombra
se ve por el boulevard.

La vieja cuelga un cartel
junto a la lista de insumos:
"Espacio libre de humo"
y barre barro y papel.
Es la hora del laburo:
ahora es bar y no burdel.

Así es la cosa, me digo,
cuando la noche no es...
El derecho es el revés
y el rey se vuelve mendigo.
Pero esta noche, otra vez,
todos seremos amigos.

Sensación

No estoy seguro. Sería... las cuatro menos cuarto de la mañana, cuando la soledad no tiene fronteras. Habían pasado casi cuarenta años desde la confusa despedida. Y... si, ya peinaba cabellos blancos y le dolían los pies... y no podía ser. Porque no podía ser. Sin embargo, ella entró, por la puerta o por algún otro lado, luego de un leve vaivén de la cortina. La miró entrar, conteniendo la respiración en la sorpresa. Se deslizaba, muda, entre los cuadros y los libros y el color de las paredes y su cuerpo lo traslucía todo. A él le latía el corazón a punto de rompérsele, pero la dejó avanzar anhelante y temeroso. Quería verle el rostro, y no pudo. Ella le acarició la frente y parte de la cabeza desde atrás y experimentando esas sensaciones maravillosas no se dio cuenta que ya se iba, que eran milésimas de segundo, que ya no estaba... La llamó apenas. Porque era ella. La silla cayó en un ruido seco y terminante. Se asomó a la calle. Todo dormía. La madrugada se la había tragado en un santiamén. Y como un chico de cabellos blancos y áridas arrugas, con lágrimas en los ojos, la llamó a grito pelado: mamá...mamá...mamá.

lunes, 26 de abril de 2010

antes de que me olvide...

Mi hermana vuelve de su viaje a La Plata.
- Hola - dice, contenta y toda alborotada.
- Hola - le digo yo.
- Lleguè hace una hora. No sabés lo que me pasó... Anoche soñé con vos.
- ¿Ah si ? Mirá.
- Tipo pesadilla, ¿viste? Te habían crucificado, con los brazos abiertos. Y te pegaban. Y llorabas. ¿Estás bien?
- .......
- Qué lindas están las plantas... Pero qué pesadilla. Igualito, igualito. Te veía con el mismo pelo, así, como ahora.
- ¿Y... estaba vestido?
- Si.Si. Vestido. Con ropa.
- Bueno, menos mal...
- ¡Y cómo te pegaban !
- ¿Y estaba gordo o estaba flaco?
- No. No. Así, como ahora. Voy a ver si le juego al sesenta.
- ¿Es el crucificado?
- No, che... tu edad.