martes, 30 de marzo de 2010

si un día...

"tocame la mejilla
por si encontrás alguna humedad antigua
y olvidada" juan gelman

Si un día, por un descuido,
se cayera de mis ojos
todo lo que tengo visto
o se escaparan las voces
que atesoré en los oídos,
o de la piel se volaran
los pájaros que han caído
piel adentro, entre suspiros...
¡qué escándalo para el ridículo...!

Pero no. ¡Quién lo diría...!
Parece que nada tengo. Nada.
Nada más que esta sonrisa.

coloquial

Comprendo que no seas mía.
Pero duele. Vos sabés...
Uno lo pasa esperando,
llega el amor y después...
todo lo da, siempre tiene,
cela, rompe, pierde pie.

Y qué sé yo... ¡Somos tantos!
Tienta mirar, conseguir,
ir agrietando en abrazos
este cuerpo de vivir
y de pronto quedar solo...
¡qué cosa, vivir así...!

Comprendo que no seas mía.
Ya es bastante que no huyas,
que no inventes unos ojos
para irte a lunas turbias
mientras violo tus cerrojos...
¡qué vas a ser mía, vos...!
¡si ni siquiera sos tuya!

a un amigo

Está lleno de ausencias y fantasmas.
Va a pie por las incógnitas. No sabe.
Y no finge el asombro; si lo canta
se siente con más vida entre sus ayes.

Jamás se llevó bien con los horarios
y no cumplió por un jazmín celeste
que de algún paredón cayó a sus manos
la tarde que debía estar presente.

Sólo estas lamentables referencias
podrán darte de mi mis enemigos.
Las demás que me endilgan con frecuencia
vendrás a comprobarlas por vos mismo.
Estoy prolijamente aquí.
Oigo que hablan
y oigo - es lo peor -
cómo respondo.
Estoy prolijamente aquí.
Y sin embargo, nada
puede hacerme volver
hace seis meses
del país abúlico y dormido
que elegí
para las vacaciones
necesarias
de mi esperanza.

tristeza

Se desgaja
un árbol
lentamente
en mi alma.
Hoy puedo
decir
que comprendo.
He tenido
mi bosque
que ardió
y en el humo
fantasmas
y muertes
y yo
en el último
árbol verde
que quedaba,
que quedó...
Este que hoy
sin crujir,
rama a rama
se desgaja...
nada pude prevenir.
Se desgaja
lentamente.
¡ay, que no pase gente!
que nada puedo hacer,
que en silencio
se desgaja
y para siempre.

reflexión

en mi soberbia
me creo muy valiente
pero les tengo miedo
a los gorriones
porque ven la atrocidad
y la belleza
con la misma avidez
de poste en poste.
Pian, pian sin cesar...
son torpes, resentidos al robarse
las miguitas de pan,
movedizos, nerviosos y ocupados
en espiar...
son la gente mediocre de los pájaros.
Forzosamente
me tienen que asustar.

sábado, 27 de marzo de 2010

traición (2000)

A las palabras
se las lleva el viento
- dice el hijo de puta
y no se inmuta-
alpiste, perdiste...
lo siento,
tu ruta y mi ruta.

¡La puta que te parió
a vos y a tu madre no!
- pienso yo-
tenés más humos que un tren
y no naciste recién.
Ahí nomás, en un descuido,
lo sepulto en el olvido.
Es la misma gata Flora:
si me quedo no le gusta
pero si me voy, me llora.

si seguimos así (1971)

Y vendrán los buitres
donde estemos presos
donde estemos tristes
donde estemos quietos
donde estemos grises
donde estemos rengos.

y vendrán a vernos
las viejas irónicas
los hijos los yernos
los mares las rocas
el sol el invierno
los cuerdos las locas
y Dios y el infierno.

y vendrán los buitres
a esperar que estemos
a punto de tristes
confusos de presos
sabrosos de quietos
y blancos de grises
y tiernos de muertos.

y entre los manjares
han de saborearnos
las hembras los mares
las moscas los barcos
los hombres las artes
el pobre los ranchos
la rueda el caballo
Dios y los cobardes
arpas ruidos pianos
incienso y altares
prostitutas santos
y mil militares...

martes, 16 de marzo de 2010

la reina

Casi no puedo creer
que haya tanta gente hermosa
que dedica su belleza
a la sucia y triste diosa.
¡Oh, diosa Pornografía,
qué inquietante porquería!

En un submundo virtual
copulemos, que es normal.
Una cosa trae la otra
y la otra trae otra más...
¡Oh, diosa Pornografía,
cosa de nunca acabar...!

De todo como en botica,
se elige y se goza ya.
Se hace adicción enseguida
y en secreto, claro está.
¿De qué sirve el corazón
a solas en el salón?

Oh, diosa Pornografía,
dicen que pronto cansás,
pero a gritos silenciosos
todos te pedimos más.
Vos sos buena y campechana,
la Pachamama sexual...

¡Odiosa Pornografía!
Ya no hay amor.
Vos reinás.

Los potros

Sueltos a la madrugada
inundan el callejón.
Todos juntos. En manada.
Ninguna conversación.
Son sonidos guturales
de animales
- con perdón -
Metansé adentro. No es nada.
Dejen que pase el malón.

Vomitan en las aceras
las pálidas criaturas.
Es que la vida les arde
y ellas apenas si duran.
Hermanas en el acné,
se preguntan para qué.
Escupen y rompen cosas.
Lo que se rompe, se ve.
¡Y vienen de divertirse,
mire usté!

Gritan como condenados
los potros alcoholizados.
Gritan como alcoholizados
porque ya están condenados.

sábado, 6 de marzo de 2010

qué desencuentro.

Fue un encuentro casual, al borde de la avenida. Estuvieron diez minutos barajando palabras.
- No...si... te reentiendo, boluda- dijo él- Vos estás represionada.
Ella bajaba la cabeza. Buscaba un hombre de piernas largas, nada carilindo, bien jetón y futbolista, de ser posible el sueño.
- No...si... yo te repienso, loca, todo el día -dijo él.
Ella dibujaba el suelo con el pie, sobre la tierrita de la baldosa.
- ¿Sabés qué....?- preguntó apenas.
- Cómo no voy a saber... Pero si. Yo sé. Y te banco a full - dijo él.
- Yo necesito un viaje... - dijo ella- O...no sé, que me paguen la terapia. O, como dice mi hermano, una verga así de grande para saber qué mierda me pasa....
Ultimatum. El comprensivo cruzó la avenida con semáforo en rojo, la mano levantada en un saludo y una rata metida en el surco del culo. No la quiere ver más en la puta vida.

pensamientos sueltos al mediodía (estoy loco)


La gente está cansada.

Es agobiante

este calor tan sucio

que hace en marzo.

Ni chicha ni limonada.

Me acuerdo de Blas Scarzo.


Parece Jurasick Park

hay que anotar

hay que anotar

Los dinosaurios en la calle

de la ciudad.

Nadie los ve.

Jodasé usté.


Oficinistas

pasean su importancia

y qué jactancia...

-plena lactancia-

Pobrecitos

tan chiquitos

con sus historias copiadas

unas de otras

qué gansada.

La mujer que los cornea

el nene toca el tambor

y cambiarán el coche por el motor

-qué pegajoso el calor...-


Pasa la vieja chetona

con cara bobalicona

y mira mi morochez

¡vos que sabés!

¡vos que sabés!

te quisiera ver después.


y todavía un milico

que quiere meterme miedo

paseando su ineficacia

qué desgracia

se cree que me chupo el dedo.



todo igual igual a cero

traeme un café que me muero

te soy sincero.


Yo quería ser artista

-qué optimista-

y me lo paso

transpirando

vaya a saber hasta cuándo

¿Llueve otra vez?

¿No ves?

No gano para piloto

tan ignoto.

-qué buen poto

qué buen poto-


Me iría al mar

- no sé nadar-

una vez casi me ahogo.

La vida parece plena

sobre la arena.


Pero hay que conformarse

a los sesenta pirulos

todavía tengo rulos.

martes, 2 de marzo de 2010

Porque...

Ay..., dijo Ethel, qué suerte, yo pensaba que eras rubio y de ojos celestes.
No, dijo él, como si hubiera sido necesario.
Qué maravilla, dijo ella, sos seborreico y no vas a tener arrugas nunca.
Y él se enamoró hasta las patas.
Le importó un pito la diferencia de edad, la vejez que ya daba señales de invadirla toda. Y casi con el título de bachiller bajo el brazo, se metió en la cama de ella una madrugada, después de besarla en los párpados, porque los ojos de ella, tan verdes, lo daban vuelta. Porque la distinción de ella lo daba vuelta. Porque ella le decía: qué iconoclasta sos, y a él le parecía que le otorgaba un título nobiliario. Porque era mucha mujer para lo que era el pájaro. Porque el cielo se llamaba Ethel.
Vos estás loco, dijo ella, pero lo besaba, claro. ¿Cómo no lo iba a besar si él temblaba como un colibrí en la flor? Era humilde a lo yuyo, recitaba Ethel, no tenía nada suyo, más que aquel: cómo te quiero. Y se besaban. Y el colibrí era un halcón de pronto. Y el mundo miserable es un estrado donde todo es estólido y fingido, claro.
¿Y qué va a pasar cuando la veas realmente? ¿Qué va a ser de Ethel?, preguntó una amiga de ella sin saber que esas cosas quedaban muy lejos por ese entonces. Porque él la amó, la amó. Quizá se amaron. Las pocas veces que se animaron a caminar juntos por la calle, el orgullo los hacía ir despacio, aunque fueran a varios metros una del otro. Y se notaba igual. Cómo se notaba...
Hubo que fingir delante de los parientes. Hubo que escapar desnudo, con las ropas en un bollo, escaleras abajo, si algún boludo llegaba a interrumpir las horas del romance. Hubo que esconderse de porteros y vecinos. Hubo que soportar las culpas y los prejuicios de dama mayor que tenía Ethel y los arrebatos de arrepentimiento. Te vas de acá, le decía con furia, y enseguida lo arrastraba escaleras arriba para transformarlo en halcón otra vez y otra vez y otra vez. Porque la amó, la amó hasta que pudo. Y cuando hubo que tomar una decisión, él se fue a Buenos Aires. ¿Y quién te va a tapar cuando te duermas?, decía ella. Y empezaron a escribirse tres y hasta cuatro cartas por semana, durante un año demasiado largo. Y entonces...él volvió, porque a la última carta quiso contestarla en persona y nuevamente el pueblo de prejuicio y bronca. Porque no se olvidan así nomás los ojos verdes.
¿Es cierto que andás con una viuda?, le preguntó la tercera en discordia. No la pienso dejar, dijo él. Y la tercera en discordia se reía, porque tenía otra piel y otra mirada y había empezado a llamarla por teléfono para decirle vieja loca, dejalo en paz. Y así empezaron otras historias, claro.
Pero hoy, todavía hoy, después de tantos años, él pasa por la vereda del geriátrico sin atreverse a entrar. Porque ella se ha olvidado de muchas cosas, según le dicen. Porque no lo va a reconocer si lo ve y porque... no conviene que recuerde nada. Pero él pasa. Pasa y mira. Cómo mira... Ay, si ella supiera cómo mira. Porque la amó, la amó. La amaba, la amó. Porque recuerda su mirada que lo daba vuelta. Y la agresividad de Ethel, cuando se enojaba y le decía: vos sos un bleef, chiquito, vos sos un bleef.