jueves, 22 de febrero de 2018




Ahí està la paloma en la rama
endeble del jazmìn del cabo.
"Pero mirà què ocurrencia hacer el nido ahí...",
dice, al pasar, mi vecina.
Se acostumbrò a las voces la paloma.
No se espanta
si entramos o salimos
e insiste en empollar sus huevos.
La acuna el cielo inmenso y ella espìa
si es celeste, nuboso o està negro.
Casi inmóvil, los ojitos fijos en su esperanza,
ha resistido lluvias copiosas,
noches enteras y gatos hambrientos.
Sabe lo que quiere la paloma
custodiada por todo el jardín.
Semioculta, propone a la mala suerte
su fragilidad camuflada y su porfìa.
Sale indemne: gana, triunfa.
"Ahí està la paloma en el cable",
anuncia la señora de al lado.
La ciudad la combate con sus ruidos,
los motores, las bocinas, las sirenas...
Puede con todo la paloma. No se inmuta.
Ha dejado su único pichòn en el nido.
Y volverá a alimentarlo
cuando pueda, cuando tenga con què,
con toda seguridad,
dentro de un rato.

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