sábado, 16 de abril de 2011

¿dónde estás querida puta?

- Estar... está -le digo a Luis.
- Si que está- dice Luis- pero metamorfosiada, transplantada,camuflada.
- ¿O integrada? - le pregunto yo, que soy bastante inteligente para algunas observaciones.
-¡Eso!- grita Luis- está integrada.
Y entonces yo me acuerdo de esos versos de Ferrer que dicen: "quizá se fueron todas juntas un día, como una pequeña y extinguida raza con ojeras".
- Ta bueno -dice Luis- Pero no me jodas... Eso si pensamos que putas putas eran las de antes.Cuando ser puta era un oficio. Cuando algunas mujeres trabajaban de putas.
- Claro - digo yo - cuando algunos hombres "se iban de putas".
- Todavía subsisten algunas putas-dice Luis- mezclándose con las travestis, que han pasado a ser las putas de oficio modernas en zonas suburbanas, en calles oscuras... y que todavía trabajan con la idea del pecado. La diferencia es que antes, a la luz del día, distinguías a las putas de las otras. Porque se producían de otras maneras, a veces con uñas y pestañas postizas, porque sus peinados- globo llegaban a tocar los marcos superiores de las puertas, porque los tacos de sus zapatos las alzaban hasta la irrealidad y las señoras de batón parecían enanitas prejuiciosas cerca de ellas.
- Tampoco hay ya señoras de batón - acoto yo, que soy inteligente para algunas observaciones.
- Tenés razón -dice Luis - La señora de batón era tu mamá y la mía, que pocas veces salían de la casa. La señora de batón hacía mandados, cuidaba enfermos o visitaba parientes y velatorios. Y roncaba mansamente a la hora en que las putas rumbeaban para su trabajo.
- Claro - acoto yo - como dice Ferrer, trabajaban en el Chantecler, el Marabú, el Tibidabo...
- Si, si - se entusiasma Luis- pero en Buenos Aires.¡Qué vivo! Acá, en los pueblos del interior, también había cabarulos con coperas. ¿De qué me hablás? Eran cabarulos miserables... Las putas vivían cómodas de noche y algunas hasta eran cantantes y se creían artistas. Las mataba el día, en pensiones destinadas a su descanso, sus pastillas y sus paranoias. Porque casi todas se sentían perseguidas. Y había cierta persecución. Y huídas y desapariciones. Las que corrían màs riesgos eran las de las provincias más lejanas que, a la corta o a la larga, traían a sus hermanas menores para iniciarlas en el oficio.
- Pero todavía hay cabarulos, como vos decís - digo yo - En las afueras de los pueblos, en las rutas paralelas a las rutas, hay lucecitas rojas que anuncian el reino de la putez.
- Ah, si, si - dice Luis - no te lo niego, no voy a ser tan pelotudo. Pero actualmente intervienen otras cosas, otra cultura de la liviandad. Se mezclan las drogas,los apellidos, las cuatro por cuatro, las músicas y las costumbres del centro. Hay más riqueza de ingredientes en ese submundo. Antes estaba todo más delimitado en el día y en la noche. Si trabajaban en un cabarulo, no iban a otro, por ejemplo. Los dueños pisaban fuerte en su feudo. Y las putas no eran putas para divertirse, aunque a veces se divirtieran. Era como una condena. Se sentían pecadoras.Lloraban mucho las putas, antes.
- ¿Vos creés...? Puede ser. Lo cierto es que, como vos decís, era fácil distinguirlas. Porque fumaban por la calle,(aunque casi nunca andaban por la calle), porque caminaban diferente sin proponérselo y porque iban a contramano, a horarios distintos y siempre en taxis que las llevaban de acá para allá, de las peluquerías a las pensiones, de las pensiones al cabaret.
- Por supuesto - dice Luis - El taxi, además de confesionario o terapia, era como una prolongación de la sombra que necesitaban para trasladarse, como el aire para respirar. Las putas tenían vergüenza, tenían pudor. Y a veces se enamoraban de un cliente o de una compañera.¡Qué increíble che! Por eso insisto en que era un oficio, un trabajo, ser puta.
- Yo conocí en mi pueblo alguna que se casó para poder criar al hijo que tenía y dejar la mala vida - le informo a Luis - Pero siempre me pareció que se le notaba, que esa cara lavada era una máscara para tapar la otra. Porque seguía ocultándose, hablaba lo menos posible y usaba esos peinados-globo que decís vos....
- ¿De esos que alcanzaban los marcos superiores de las puertas?- pregunta Luis.
- No... porque esta puta que yo conocí era petisita. O sea que... peor, nada más ridículo que una petisita con peinado-globo y ex-puta.- digo yo.
- Ah...- dice Luis - yo conocí a una petisita, rubia, famosa en la época, que llegó a comprarse su propio coche y a regentear un boliche.
- ¿Era madama?- pregunto.
- Algo así. Pero muy respetada, ¿eh? A esa no le podías tocar el culo así nomás. La llamaban "la señora tal". Y cuando iba a los lugares públicos, todos se deshacían en atenciones para con ella: "pase por acá, señora tal", "bienvenida, señora tal", "por favor, señora tal". Era una linda rubia. Y petisita también.
- Claro - digo yo- que soy inteligente para algunas observaciones- pero en ese tiempo, vos y yo éramos chicos.
- Pendejos, claro - dice Luis- pero había cabarulos con fotos en las vidrieras y yo pasaba y me quedaba mis buenos ratos campaneando. A ciertas horas, generalmente a la siesta, a esos lugares los abrían para ventilarlos y yo me aspiraba todos los olores de la noche anterior en mi afán de crecer y entrar por fin como Pancho por su casa y sentarme en una mesa y pedir una puta.
- Pero no se pedían putas. Las putas venían solas - digo yo.
- Venían para que pidieras tragos. Y bueno. Yo soñaba con eso. ¡Qué aroma a tabaco mezclado y a sudores extraños, loco! Lo tengo impregnado en el naso. Así debía oler la guita que ganaban ellas por sus menesteres. La gente decía que era plata sucia. Y yo me imaginaba a las minas, contando los billetes arrugados de los borrachos viciosos.
- ¿Y de grande, curtiste cabarulos?-pregunto.
- No...qué va... Después, de grande, se me pasó el berretín. Enseguida conocí a la Mónica y no necesité nunca un cabarulo.Pero me acuerdo.
- Mirá vos... -digo yo- Lo que son las cosas. A muchos los hacían debutar con una puta. A mi no me tocó ni esa experiencia. Pero las putas de antes me fascinaban.
- Como a mi me fascinan las travestis - dice Luis- Jamás estuve con ninguna. La Mónica me mata. Pero el trabajo que se toman me parece alucinante. Pobres tipos...¡qué cabezas locas! Hasta la Mónica les tiene envidia.
- Y...si - digo yo- es como si estuviera todo revuelto en una gran ensaladera pero...las queridas putas nuestras...¿dónde están?
- Si querés te lo digo - dice Luis - pero es muy arriesgado lo que pienso.
- Y...dale- digo yo, conciente de que se usa mucho la palabra "dale" y que causa efecto deshinivitorio.
- Mirá - dice Luis- Con esto del feminismo, del destape, de la igualdad de derechos, de salir del closed y qué sé yo cuántas cosas más, yo creo que las mujeres se apiolaron y criaron, bien amamantaditas, sus propias putas internas y que nuestras queridas putas de antes viven en ellas, son parte de ellas, son ellas mismas. Todas. Todas sin excepción, han criado sus putas propias. Por eso no podemos distinguirlas como antes. Ya no hay señoras de batón. Son todas putas.
- ¿La Mónica también? -preguntó yo.
- La Mónica más que ninguna. Es una cuestión de época. Por eso cuando a mi hijo alguno lo insulta y le dice "andate a la puta madre que te parió", al chico no se le mueve ni un pelo. Y vuelve a casa y le da un beso a la madre y santas pascuas. Es así. Antes, alguno te puteaba la madre y uno no paraba hasta dejarle un ojo negro al del insulto.
Yo, que soy inteligente para algunas observaciones, me quedo mudo, sorprendido de tanta seguridad.
- Es así, macho, como te la canto- insiste Luis-. La querida puta nuestra está enquistada en todas las minas. Se puede discriminar negros, judíos, linyeras, mafiosos, pero a las putas no. Porque están tan bien guardadas, que si ellas no quieren, no están. Pero que las hay, las hay. Y las habrá siempre.¿Por qué no ponés la televisión y vemos unas cuantas lindas putas?

1 comentario:

  1. Son como dios, maestro, están en el cielo, en la tierra y en todas partes. Así sea. Ud. me dio pie.
    Gracias, Alanti.

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